12. MEDINA DE RIOSECO
La ciudad de los Almirantes de Castilla. Historia de Medina de Rioseco. Moclín. Un paseo por la ciudad. La Rua Mayor. La iglesia
de Santa María. Otras iglesias y conventos. Juan de Juni. La muralla y sus
puertas. El Parque. El ferrocarril de Valladolid. Salida de Medina de Rioseco.
El
viajero entra en Medina de Rioseco por la calle Garrido Capa y por la avenida
de Juan Carlos I, que en otro tiempo fue avenida de Primo de Rivera, entre las
modernas terrazas de los bares, la
Estación de autobuses y la Plaza de Toros. Busca un lugar donde dormir,
cerca de la Plaza
de Santo Domingo, en la zona centro de la ciudad. Después de asearse y
cambiarse de ropa se da un paseo por la ciudad de los Almirantes de Castilla,
que hoy ha perdido su antiguo esplendor.
Los
reyes castellano-leoneses concedieron fueros y privilegios a la villa en la Alta Edad Media. En ella
contendiéron Pedro el Cruel y Enrique de Trastámara y en el año 1421 Juan II se
la cedió al Almirante de Castilla, Alfonso Enríquez, descendiente indirecto
de Alfonso XI y de Leonor de Guzmán. En la Guerra de las Comunidades estuvo del lado del
Emperador, y después de Villalar heredó la importancia de Medina del Campo, y
comenzó su época opulenta. Carlos V compensó generosamente los "siete
millones y medio de maravedises" que costó a los Almirantes la defensa
ante el ataque de los comuneros. Se la empezó a llamar la India Chica por las riquezas
que atesoró, y por su relevancia artística y comercial.
De este tiempo son la mayoría de
sus iglesias y conventos, y el castillo-palacio de los Enríquez, del que solamente
quedan recuerdos y algunas ruinas en la zona más alta de la localidad. Felipe
IV le concedió el título de ciudad. En el siglo XVIII se inició una paulatina,
pero continuada, decadencia económica, y una disminución de la población, que
quizá empezó con la peste de 1507, de la que no se recuperó nunca de forma
suficiente.
Peor
que la peste fue la invasión de los franceses después de la batalla de Moclín.
El mariscal Bessières venció a un ejército anglo-español en las proximidades
de Medina de Rioseco, y sus soldados asaltaron posteriormente la ciudad y los
domicilios particulares de sus habitantes, y bañaron en sangre las calles de
la localidad. En el siglo XIX, los procesos desamortizadores le afectaron
menos que a otras ciudades de Castilla. El incipiente auge comercial, la
agricultura cerealista y los imprescindibles servicios comarcales fueron las
características económicas en ese momento de este enclave geográfico de la Tierra de Campos
vallisoletana.
Por
la Rua Mayor , llamada
ahora calle de Lázaro Alonso, entre soportales y pequeñas tiendas, el viajero
entra en el corazón de la ciudad antigua. En la calle y plaza de Santa María
está la iglesia del mismo nombre, que tiene una hermosa torre barroca y la
fachada y el interior gótico-renacentistas. Una boda llena la iglesia y sus
aledaños de gentes muy atildadas. Resulta muy dificil entrar en el interior
del templo, a pasar de que están fuera la mayoría de los invitados.
El
caminante busca al cura párroco, que está en la sacristía desvistiéndose de las
ropas litúrgicas usadas durante la ceremonia. Consigue que le selle la credencial
del Camino de Santiago, cuando el cura se ha despedido de los invitados más
conocidos y persistentes en la conversación. Según se vacía la iglesia se
acerca a la capilla de los Benavente. Eugenio D'Ors ha escrito de ella que es
la "Capilla Sixtina de Castilla". Admira su recargada ornamentación,
el retablo renacentista de Esteban Jordán y las esculturas de Juan de Juni. No
puede ver la gran custodia de plata, cincelada por Antonio de Arfe, porque está
ya cerrado el museo eclesial, donde se encuentra guardada.
A
la salida de la iglesia de Santa María de Mediavilla, por la calle del Royo
Angosto, vuelve a la Rua
Mayor , por la esquina de la iglesia de la Santa Cruz. Este
templo es de estilo herreriano, y está amenazado de ruinas, aunque en proceso
de reconstrucción, según anuncian los carteles junto a su fachada. Sin embargo
las obras están paradas en estos meses de verano y se puede suponer que
transcurren en forma sosegada. En el interior de la iglesia hay un Cristo de la Paz , del siglo XVI,
posiblemente realizado por Gregorio Fernández, o algún escultor de su escuela,
y un famoso frontal de plata, del siglo XVII, que es una gran obra de
orfebrería.
Un
poco más adelante aparece la
Plaza Mayor , un espacio abierto donde confluyen diversas
calles del centro de la ciudad, sin perder sus típicos soportales, que
continúan por toda la plaza. En el escaparate de una panadería puede verse el pan de anís de la Semana Santa
riosecana, que ahora se hace durante todo el año, con sus afiligranadas formas,
para consumo de los turistas. Enfrente de la tahona está el moderno Ayuntamiento,
construido en 1973, con su fachada de ladrillo, y sus escudos, arcadas y
soportales. En esta plaza, desde uno de sus rincones, Miguel de Unamuno, en
cualquiera de sus innumerables viajes a la ciudad, contemplaba la vida de los
ciudadanos de aquellos años veinte.
Junto
a la
Plaza Mayor , en la
Plaza de la
Constitución se
encuentra el convento de San Francisco, en la zona de la ciudad en que fueron
influyentes los gremios medievales. La
Orden franciscana
tuvo una gran importancia en Medina de Rioseco, y muestra de ello es la
magnificencia de su templo, con rica imaginería de Juan de Juni, Jerónimo del
Corral y Cristobal Andino. Destaca el retablo barroco, en piedra y las bóvedas
del crucero, en las que están grabadas sobre las pechinas de la cúpula los
escudos de armas de los Almirantes de Castilla.
La
larga y estrecha calle de los Lienzos llega hasta la iglesia de Santiago, que
está en una plaza desierta a esta hora crepuscular. Tiene dos portadas, una
gótica que diseño Gil de Hontañón, y otra plateresca. Su interior, de tres
naves, es gótico-renacentista, con bóvedas barrocas realizadas por Felipe
Berrojo. Las imágenes de la iglesia de Santiago son las más patéticas de Medina
de Rioseco. Entre ellas merecen citarse la Dolorosa de Juan de Juni, el Cristo de Becerra y
el Nazareno de Gregorio Fernández. El retablo central es obra de Joaquín de Churriguera,
con relieves y tallas de Tomás de Sierra.
Juan
de Juni vivió y tuvo su taller en Medina de Rioseco, junto a la muralla de la
ciudad, durante los muchos años que trabajó para los Almirantes y para las
diversas iglesias de la ciudad. Cuando estaba esculpiendo la capilla de los
Benavente enfermó y no pudo continuar su obra, por lo que fue denunciado por
los eclesiásticos de Santa María por la responsabilidad de no terminar el
conjunto escultórico. Murió posteriormente en Valladolid y los jueces
precintaron su taller, donde no encontraron más que las humildes ropas y los
utensilios de su trabajo artesanal. Fama y riqueza no iban unidas en nuestros
más grandes artistas del barroco.
Además
de estas iglesias y del convento de San Francisco, en Medina de Rioseco está el
convento de San José y el convento de Santa Clara. El convento de San José, de
las carmelitas descalzas, es de estilo herreriano, y está situado donde se
separan las carreteras de Toro y de León. El convento de Santa Clara está en la
salida de la carretera de Valladolid, junto al río Sequillo. El viajero no se
acerca a verlos porque ya es noche cerrada y después del artístico paseo necesita
una buena cena en alguno de los mesones que hay en la zona de las antiguas
murallas. Después de un abundante plato de carne y un queso tierno de oveja,
además del pan blanco de la tierra, aún le quedan ganas de ver las puertas de
la muralla.
La puerta de Ajujar está situada en la plaza del mismo nombre, junto a
la calle del Candil, muy cerca del río Sequillo. Tiene un arco sólido, de
piedra y ladrillo, ligeramente ojival. A través del arco puede verse la
estrecha calle de los Cueros, y al fondo la iluminada torre de la iglesia de
Santa María. La Puerta
de Zamora, cerca de la carretera de Toro, en las proximidades del antiguo
castillo de los Almirantes, se conoce también como Puerta de las Nieves,
porque por ella se va a esta ermita, que está emplazada en el altozano de la Mota , donde estuvo el castillo.
El viajero vuelve por las calles del
centro que confluyen en la
Rua Mayor. Después de tomar un refresco cerca de la la Plaza de Santo Domingo,
porque aún hace mucho calor, se retira a dormir en el hostal. A la mañana
siguiente, después del desayuno y de las compras de algunas provisiones
para adentrarse en Tierra de Campos, da
otra vuelta por la ciudad, ahora con un sol que empieza a calentar y pone
sombras a las calles y a los edificios de Medina de Rioseco.
Pasa
de nuevo por la plaza de San Miguel y se acerca otra vez a la iglesia de
Santiago. Sus fachadas lucen más, ahora a la luz del día. Llega hasta la
ribera del río Sequillo, con sus arboledas verdes y amarillas, reflejandose
en el agua. En el Parque del Duque de Osuna, donde estuvieron los jardines del
palacio de los Almirantes, observa las acacias, el boj y las flores de los
parterres, junto a unas columnas con capiteles, restos de alguna construcción
más antigua. El Parque se rehizo e inauguró en 1858 y se modernizó durante el
último siglo con nuevos pavimentos y esculturas, además del templete de la
música, donde tocaba los domingos la Banda Mu nicipal. El Parque tuvo mucha
importancia en la vida de la ciudad en los pasados años.
Cerca del Parque estaba la Estación del ferrocarril
a Valladolid y a Villalar, el ferrocarril de Tierra de Campos, que le llamaban
entrañablemente "el tren burra". Una máquina y un vagón de madera,
los últimos que circularon, están colocados junto a la calle Garrido Capa,
para recuerdo de los vecinos de la ciudad y de los visitantes, del pasado
ferroviario de la ciudad, que no ha tenido proyección de futuro. El Ferrocarril
de Castilla, que ese era su nombre oficial, dejó de existir en 1969, ante las
dificultades de modernización y las penurias económicas de la compañía
propietaria, aunque se intentó que perdurara cediéndoselo a la Red de Ferrocarriles de Vía
Estrecha (FEVE) en 1965.
Por
la avenida de Juan Carlos I el caminante vuelve a la Plaza de Santo Domingo, y de
nuevo con su mochila al hombro enfila la calle de San Juan, por donde se ha
hecho el ensanche moderno de la ciudad. Al llegar a la avenida de Ruiz de Alda
y al Camino del Cortijo descubre otra zona arbolada. Allí está la Darsena y el final del
Canal de Castilla. Este canal se empezó a construir en el año 1753, y el tramo
de Tierra de Campos, desde Becerril de Campos y Paredes de Nava, en las las proximidades del río Carrión, hasta Medina
de Rioseco, se concluyó en 1849. Se ha utilizado para el riego de la tierra y
en la navegación de barcazas para transporte de mercancías. El viajero se
sienta un rato junto al Canal de Castilla contemplando las ramas de los árboles,
que casi tocan la superficie del agua, antes de seguir camino por las llanuras
de Tierra de Campos.
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