sábado, 27 de diciembre de 2014

LOS JESUITAS EN VILLAFRANCA DEL BIERZO


La idea de fundar un Colegio de Primeras Letras con Estudios de Educación Secundaria en la villa de Villafranca del Bierzo, se inició en Roma, entre el General de los Jesuitas y D. Pedro Álvarez de Toledo, Marqués de Villafranca, en  1.546.

D. Pedro Álvarez de Toledo

En el año de 1.601, D. Pedro Álvarez de Toledo, llegó a donar hasta 30.000 ducados, que resultaban insuficientes para este proyecto. En 1.613, D. Gabriel de Robles habitante de la villa, que había sido Tallador en la  Fábrica de la Moneda de Potosí, dejó en su testamento un legado de 1.800 ducados para erigir el Colegio de Jesuitas en su localidad natal.

El Colegio de Villafranca, como todos los de los Jesuitas, pretendía una finalidad docente y otra religiosa. Los niños, desde la edad de seis años, aprendían a leer, escribir y contar, y la Doctrina religiosa de un cristiano instruido.

Colegio de los Jesuitas

Los Colegios de los Jesuitas estaban abiertos a los estudiantes de cualquier condición económica. La mayoría de estos Colegios eran gratuitos, si los padres, o tutores legales aceptaban el Reglamento de los mismos:

A partir de los 6 años, el niño ha de aprender a leer y escribir, así como las operaciones aritméticas más sencillas, como también a recitar el Catecismo, porque el Maestro de Primeras Letras ha de formar en la Moral y Doctrina Cristianas.

En los Estudios de Secundaria se cursaban las disciplinas denominadas Humanísticas: Geografía, Historia, Matemáticas, Retórica, Filosofía y Latín. Esta última materia era básica  y su aprendizaje no comenzaba hasta después de los 8 o 9 años, una vez que el niño hubiera aprendido los conocimientos gramaticales de la lengua vernácula. La formación adquirida en la Secundaria solía terminar a la edad de 17 años y permitía entrar en el Tercer Grado, después de superar un examen de Latín para acceder a estos estudios: Leyes-Derecho Civil o Canónico- o Medicina.

También podían seguirse Estudios Eclesiásticos (Teología en sus diversas ramas), para los que quisieran ser religiosos.

Interior de la Iglesia

Las obras de construcción del centro comienzan en 1.620,  aunque la Iglesia es un poco posterior (mitad del siglo XVII), siendo la fachada y el claustro lo más tardío, posiblemente de finales del siglo XVII o XVIII. La fachada posee dos cuerpos que se separan por una cornisa y están rematados por un frontón con el escudo de la Compañía de Jesús.

La Iglesia se sitúa en el centro y a ambos lados se iban a construir dos claustros, uno a cada lado, aunque solamente está construida el ala de la derecha. La Iglesia posee planta de cruz latina dividiéndose la nave en varios tramos.

Plano de la Iglesia

En el interior de la Iglesia se custodia la imagen del patrón de Villafranca el Santísimo Cristo de la Esperanza, talla situada en el primer cuerpo del tramo central del retablo, realizada en madera sin dorar con tallas como la de San Ignacio de Loyola, San Francisco Javier, San Francisco de Borja y un calvario. Existe otro retablo a la derecha dedicado a San Vicente de Paúl y otro a la izquierda dedicado a la Milagrosa.

El Claustro está decorado con escenas de la vida de San Vicente de Paúl y pintado al fresco, una de las técnicas más antiguas de la Historia del Arte donde el color conserva la viveza de lo recién pintado y lo hace resistente al paso de los años y aún de los siglos.

Claustro del Colegio

Los personajes históricos que aparecen en las ocho composiciones vivían realmente en las fechas en las cuales el edificio se construyó y están en consonancia con el estilo barroco del claustro. Es obra de Vicente Román, pintor de larga trayectoria docente.

En el año 1.767 los Jesuítas son expulsados del pais por Carlos III, aunque se siguen impartiendo clases en el Colegio. Se traslada a la Iglesia la anterior Parroquia de San Nicolás, que se había  quemado en un incendio.

La Expulsión o Extrañamiento, de la Compañía de Jesús, que administraba la formación de la mayoría de los jóvenes del país, apremió al Gobierno de Carlos III, que acusó a la Orden de entrometerse en política por medio del Confesor Real, que actuaba como Secretario de Asuntos Eclesiásticos.

Expulsión de los Jesuitas

Se acusaba a los jesuitas de ejercer un comercio ilícito y anticanónico en América. Tratar de hacer independientes las Reducciones Guaraníes del Paraguay y de Bolivia, e imponer en esas provincias la Doctrina Teocrática del Poder, que sus profesores y predicadores fomentaban.

Se ponía en palabras del Rey. Dicen que:

“No son mis vasallos ni se someten a la Jurisdicción de los Ordinarios Diocesanos, sino sólo a la de su General y al Pontífice a cuya jurisdicción sí que obedecen, por lo que no son mis vasallos sino gentes desleales con la Corona".


Expulsar a los jesuitas significaba hacer triunfar la causa del Centralismo borbónico, cambiar de mano la enseñanza en la Universidad y Colegios, terminar con la influencia de la Orden en las clases altas de la sociedad, ya que controlaban los Colegios Mayores, la mayor parte de las Cátedras Universitarias, Magistraturas, Audiencias, Beneficios Eclesiásticos,…

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