Sarria. Barrio de San Lázaro. Salida de Sarria. Hacia Barbadelo. La iglesia de Barbadelo. Más allá de Barbadelo. Ferreiros. Hacia Paradela. Paradela. Castro de Barán. Llueve en Galicia. Hacia el río Miño. El embalse de Belesar. Una zona de deportes náuticos. Miralles. Monasterio de Loio. Vilachá. El puente sobre el río Miño. Historia de Portomarín. Entrada a la villa. Por las calles de Portomarín.
El viajero vuelve a Sarria para continuar el Camino de Santiago. El clima amenaza lluvia desde hace varias horas. Hay negros nubarrones mientras camina por el paseo junto al río, por la arboleda llamada "Parque del Chato", una playa fluvial muy frecuentada en los días de verano, que ahora está desierta. Son las vacaciones de Semana Santa, y este año no acompaña el buen tiempo por las tierras de Galicia.
Por la "Rua de Toleiro", por donde en otro tiempo se entraba a la ciudad antigua, se ve la torre de la iglesia de Santa Marina, con su enhiesto pináculo. Por la escalinata de la calle Matías López vuelve a la "Rua Mayor", y a la parte más alta de la ciudad antigua. Desde donde estuvo el primigenio castro celta, divisa de nuevo la ciudad de Sarria. El peregrino va bajando hasta el barrio de San Lázaro, donde una capilla dedicada al santo le despide de la ciudad. Aquí estuvo el "lazareto", un hospital medieval de leprosos.
El "Camino Francés discurre por un sendero junto al río Celeiro, y lo atraviesa por el viejo Puente de Aspera, que se conserva en buen estado, a pesar de su antigua construcción, del siglo XIV. Tiene cuatro arcos desiguales, de medio punto. El camino sigue por una zona de gran frondosidad, alejada de la carretera de Paradela, cruza la vía ferrea cerca de la estación prehistórica de "Sancti Michaelis", y se aproxima al caserío de "As Paredes", y a la aldea de Vilei.
Poco después se llega a Barbadelo, entre un bosque de castaños, robles, hayas y nogales. Las nubes están cada vez más amenazadoras. El viajero se coloca un fuerte impermeable y espera pacientemente entre las casas de Barbadelo a que llueva o a que no llueva. En Barbadelo hay una iglesia dedicada a Santiago, que fue parte de un antiguo monasterio. El templo tiene partes románicas, del siglo XII, que han sido restauradas. En la fachada dos columnas sostienen unos capitales muy ornamentados. Destaca la torre cuadrada, de la época románica, y el tímpano con un bello "pantocrátor".
El camino continúa hasta Rente, a unos quinientos metros de Barbadelo, y después hasta Mercado de Serra y Marzán, alcanzando la carretera de Sarria a Paradela y Portomarín. En esta zona del territorio gallego las casas están diseminadas en el campo, agrupadas unas veces varias de ellas, y aisladas en otras ocasiones, aunque a muy pequeña distancia unas de otras. El paisaje es característico de la campiña galáica, con robles, castaños, y prados, donde pace el ganado vacuno.
La ruta de los peregrinos a Compostela sigue por Peruscallo, Cortiñas, Brea, Morgade y Ferreiro, localidades unidas entre si por estrechas "corredoiras". Entre Brea y Morgade está la indicación de cien kilómetros a Santiago. En las proximidades de Peruscallo está la iglesia románica de Santa María de Belante. Todas estas localidades son pequeñas aldeas típicas de la Galicia rural. Ferreiros es un poco mayor. Su nombre se relaciona con los herreros medievales, que según Künig von Vach atendían a los peregrinos y a sus cabalgaduras. También aparece Ferreiros en el itinerario de Manier, y se cita que había una fábrica de armaduras, y de otros utensilios.
La ruta de los peregrinos a Compostela sigue por Peruscallo, Cortiñas, Brea, Morgade y Ferreiro, localidades unidas entre si por estrechas "corredoiras". Entre Brea y Morgade está la indicación de cien kilómetros a Santiago. En las proximidades de Peruscallo está la iglesia románica de Santa María de Belante. Todas estas localidades son pequeñas aldeas típicas de la Galicia rural. Ferreiros es un poco mayor. Su nombre se relaciona con los herreros medievales, que según Künig von Vach atendían a los peregrinos y a sus cabalgaduras. También aparece Ferreiros en el itinerario de Manier, y se cita que había una fábrica de armaduras, y de otros utensilios.
El suelo está demasiado resbaladizo por las últimas lluvias. El viajero decide continuar por la carretera hacia Paradela al llegar al cruce con el camino. Allí encuentra a una pareja de peregrinos holandeses, y camina con ellos durante algún tiempo. Tiene algunas dificultades para entenderles en su incipiente castellano, ya que él no habla holandés.
La carretera, entre subidas y bajadas del terreno se acerca a la localidad de Barreiros. El viajero observa el campo, ahora que ha aumentado la luminosidad, por la salida de algunos rayos de sol entre las nubes: vallas de piedra y setos separan entre si pequeñas extensiones de terreno, cubiertas con una hierba muy verde. Esta distribución del territorio se adecua al sistema de economía rural minifundista, con la propiedad de la tierra muy repartida. Las pequeñas casas, que cubren casi todo el terreno también se adaptan a esta economía agrícola y ganadera. El viajero pasa por Mouzós y Biville antes de llegar a una gasolinera junto a las primeras casas de Paradela.
Paradela está situada en la comarca de Ulloa. Es un pueblo que se alarga junto a la carretera con casas y bares, que están muy silenciosos al mediodía. El viajero toma café y descansa un rato. En Paradela hay una iglesia románica, dedicada a San Miguel, del siglo XII. Tiene un ábside rectangular y un arco triunfal. Las campanas de su torre tienen fama, que llega hasta las tierras de Orense, de que su tañido es un buen alivio para los partos difíciles. En una cuesta, a unos seiscientos metros de la carretera, está el "cruceiro de Paradela", uno de los más bellos y de los que despierta más interés en toda Galicia.
Cerca de aquí está el castro de Barán, en el que se están realizando excavaciones arqueológicas para determinar su antigüedad. Se valora que puede ser de los siglos I a III antes de nuestra era. Las excavaciones de Barán, favorecidas por la "Xunta" de Galicia, se consideran determinantes para el conocimiento de la historia prerromana de la Comunidad Gallega.
Al salir de Paradela empieza a llover. El viajero continúa andando con el impermeable y un paraguas, que le mueve el racheado viento. Un poco más adelante la carretera empieza a descender hacia el valle del río Miño. El temporal amaina poco a poco. Se pasa cerca de Pacios y de Castro, dos pequeños pueblos antes de llegar al embalse de Belesar, que cubrió con sus aguas el antiguo pueblo de Portomarín, y un puente sobre el río Miño. La vista del embalse conmueve al viajero por su belleza, ahora que las negras nubes han dejado paso a una incipiente claridad.
Después de cruzar uno de los brazos del pantano se llega a una zona de aspecto veraniego, con varios hoteles al borde de la carretera, y acceso a las aguas del embalse, que se utilizan para realizar deportes náuticos. El mal tiempo de los últimos días ha tenido las barcas amarradas a los embarcaderos de los hoteles. El viajero sube un pequeño repecho y ve con toda su magnificencia el puente sobre el río Miño, y el nuevo pueblo de Portomarín, en lo alto de la ladera del embalse. El pantano de Belesar se construyó en 1956, y produjo esta gran extensión de agua.
Desde Ferreiros, el Camino a Compostela continúa por una "corredoira" entre robles, hasta llegar a Miralles. Allí está la iglesia de Santa María de Ferreiros, que se trasladó desde esta localidad, en 1790, piedra a piedra, reconstruyéndola de nuevo. Es de estilo románico, con una nave única y un ábside rectangular. También tiene una espadaña barroca, con dos campanas. En el interior hay un arco triunfal con robustas columnas, y una gran pila bautismal.
Por Pena, Rozas y Couto se sube hasta la "Pena do Cervo", desde donde puede verse la villa de Paradela. Después se desciende ligeramente hasta Moimentos, Mercadoiro y Moutras, en la vega del río Bocelo. Cerca de aquí están las ruinas del Monasterio de Santa María de Loio, donde nació en el año 1170 la Orden de Santiago. En este lugar se escribieron los estatutos de funcionamiento de la célebre Orden de Caballería. Había una capilla dedicada a la Virgen del Rosario. Aún quedan algunas de las primitivas piedras del cenobio fundado por el abad Quintila en el siglo IX, durante el reinado de Alfonso III y el señorío del conde Don Gutiérrez.
Un kilómetro más adelante está Parrocha y Vilachá. Desde un pequeño mirador sobre el embalse de Belesar puede verse el puente sobre el río Miño, y el nuevo pueblo de Portomarín. Si el nivel de las aguas lo permite, en los días de los veranos más secos se observan algunos restos del antiguo Portomarín, con sus dos barrios, de San Pedro, en la margen izquierda, y de San Juan y San Nicolás, en la margen derecha del río. Desde Vilachá se desciende por una pista asfaltada de pendiente pronunciada hasta el principio del nuevo puente.
El viajero pasa por el viaducto sobre el embalse de Belasar y observa el antiguo puente, que se había construido en 1933. En el mismo lugar hubo un puente romano, del siglo II, y otro puente medieval, que mandó destruir la reina Doña Urraca al Obispo Gelmírez para que no pudiesen pasar las tropas de su ex-marido Alfonso el Batallador, rey de Aragón. El puente medieval fue reconstruido por Pedro Peregrino diez años después para facilitar el paso del río Miño a los caminantes a Compostela.
Portomarín es el "Pons Minee" descrito por Aymeric Picaud en el "Codice Calixtinus". Tiene antecedentes romanos. En el siglo X el conde Don Gutiérrez y su esposa Ilduara fundaron diversos monasterios en sus proximidades. En el siglo XII se asentaron en la localidad la Encomienda de la Orden de San Juan, la Orden de Santiago y la Orden del Temple. Posteriormente llegaron los Caballeros de Malta y de Jerusalén. La importancia de la villa en esta época medieval estuvo relacionada con la existencia en la localidad de estas Ordenes militares para protección de los peregrinos a Santiago.
En la Edad Moderna el puente de Portomarín se fue deteriorando con el uso hasta el año 1658, en que el Consistorio de la ciudad de Lugo decidió repararlo. Para ello se asignaron dos mil quinientos ducados. En el antiguo barrio de San Pedro estaba la calle y la iglesia del mismo nombre, además de la Casa de la Marquesa de Bóveda y Limia. Al otro lado del río Miño estaba el templo-fortaleza de San Nicolás, el antiguo hospital de peregrinos y la Casa del General Paredes. La inundación de 1801 produjo la rotura del puente antiguo, y supuso la separación de los dos barrios durante un tiempo, las dificultades y las protestas de los vecinos de Portomarín, que tenían que pasar el río en barcas de una a otra orilla.
La iglesia de San Nicolás fue declarada monumento histórico artístico en el año 1931. Posteriormente todo el conjunto de Portomarín se consideró Monumento Nacional en 1946. Todo ello no pudo impedir que en 1956 las aguas del pantano de Belesar inundaran las calles y las casas del antiguo emplazamiento de Portomarín, pero si ayudó a que pudieran salvarse algunas de las iglesias y palacios. Todo ello se transportó piedra a piedra y se reconstruyó en el nuevo pueblo de Portomarín.
El caminante entra en Portomarín por la escalinata de la Virgen de las Nieves, que fue un arco del puente medieval. Desde el jardín de Manuel Blas y Blas, por la "Rua do Peregrino" va hacia el jardín de Agustín del Río, desde donde puede verse una nueva perspectiva del embalse, junto a un hermoso "cruceiro". Las nubes amenazan lluvia de nuevo. Por la calle principal de la villa, por las nuevas casas con soportales, el viajero llega a la plaza de los Condes de Fenosa, donde está el nuevo Ayuntamiento, y donde se ha reconstruido el palacio del General Paredes y el templo-fortaleza de San Nicolás, uno a cada lado de la plaza.
Al llegar a la plaza empieza a llover, ahora con más intensidad que a lo largo de la tarde. Desde los soportales, sin moverse, el viajero ve caer la lluvia durante un buen rato. Cuando pasan las negras nubes y escampa un poco, puede observarse uno de los arcos iris más bellos que ha visto nunca el caminante, en los cielos todavía grises del embalse de Belesar.
El caminante se aloja en un pequeño hostal, con vistas sobre el embalse. Después de una ducha caliente pasa por el albergue de peregrinos para que le sellen la credencial del Camino de Santiago. Unos "boy-scouts" organizan sus mochilas y pertrechos en la puerta del albergue, ahora que ha dejado de llover. Forman una algarabía grande y juvenil.
Después se dirige a otra zona de la villa donde está la nueva iglesia de San Pedro, el parque Antonio Sanz Valdés y el reconstruido palacio de Berbetoros, que fue de la Marquesa de Bóveda y Limia. Los tres forman un conjunto arquitectónico y arbóreo de gran belleza. Un poco más lejos del centro de la villa está la Hostería. El viajero pasa a ver sus dependencias y a tomar un caliente y reconfortante café, para contrarrestar la persistente humedad gallega. Por la calle de Lugo vuelve a la plaza principal para cenar en uno de los mesones, cerca de la chimenea, antes de recogerse a dormir.
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