Alcazarén. Un "cruceiro" en el
camino. El río Eresma. El río Adaja. Valdestillas. Camino de Puente Duero. La Tierra de Pinares vallisoletana. El río Duero. El puente sobre el río. Hacia Simancas. Visita a Simancas.
El viajero se levanta
temprano, y después de un generoso desayuno, se dirige hacia Alcazarén, que no
pudo visitar el día anterior. Alcazarén está a poco más de un kilómetro del
hostal donde pasó la noche, por un camino de tierra en buen estado. Cuando está
llegando a la ermita del Cristo del Humilladero, del siglo XVIII, y a las
primeras casas de la localidad, salen a recibirle algunos perros, que no le
distinguen como familiar al entorno, y le ladran con gran ahínco. Continúa
hacia la iglesia parroquial, de la que se ve la torre desde la vuelta del
camino, antes de llegar al pueblo. está dedicada a Santiago, es de origen
románico-mudéjar, y fue reformada en el siglo XVII. En su interior hay
imágenes y retablos barrocos, yeserías policromadas en las bóvedas, y unos
frescos románicos del siglo XIII. En una posada de Alcazarén apresaron al
célebre bandolero madrileño Luis Candelas, que huía de Madrid, perseguido por la Justicia.
Luis Candelas
Al salir de Alcazarén se
pasa por las ruinas de la iglesia de San Pedro, de las que se conserva parte
del ábside. Se toma otro camino que atraviesa la carretera de Valladolid dos
kilómetros más al norte de donde se dejó para entrar en el pueblo. Junto a la
carretera hay una fábrica de resinas. Las flechas amarillas indican la
continuación por el camino hacia un pinar, de agradable paso en las primeras
horas de la mañana. Algunos pájaros cantan. Un coche está aparcado fuera del
camino, junto a los pinos, y un hombre lee tranquilamente a la sombra. Al final
del pinar, en un cruce de caminos aparece un "cruceiro" junto a una
finca llamada "Brazuelas". El "cruceiro" fue colocado en
1980, cuando se empezó a pasar por esta
zona camino de Santiago de Compostela. En la finca hay un museo etnográfico
que puede visitarse a algunas horas de la mañana y de la tarde.
Crucero de Brazuelas
El caminante se acerca de nuevo al río Eresma. No se ve todavía, pero se oye el ruido que produce el movimiento de sus aguas, tras los árboles y los postes metálicos de una valla, que separa el camino de una finca. Hay que andar dos kilómetros más, paralelamente al río, hasta la carretera de Matapozuelos a Mojados. Al llegar a la carretera se gira a la izquierda y se cruza el río Eresma, que está próximo a su confluencia con el río Adaja. Un poco más allá del puente sobre el Eresma se toma un camino hacia el norte, dejando la carretera a la izquierda. A lo lejos se ve el pueblo de Matapozuelos en medio de la llanura castellana.
Un kilómetro más
adelante está la ermita de Siete Iglesias. El camino inicia una bajada hacia el
cauce del río Adaja, que se cruza por un puente de posible origen romano,
restaurado en la época renacentista. En las proximidades de la zona se han
encontrado restos de la calzada romana número XXIV, correspondiente al trayecto
entre Segovia y Septimanca, la actual Simancas. junto al puente sobre el Adaja
el viajero se encuentra con unos ciclistas que le preguntan de donde viene. Al
decirles que viene desde Madrid y va hacia Santiago de Compostela se
identifican como miembros de la Asociación Ma drileña de Amigos del Camino de
Santiago que han pintado varios años las flechas amarillas que se va
encontrando en el camino.
Cerca del río hay unos
"chalets". Se continúa por un camino de arena blanca, que deja los
"chalets" a la izquierda. Se inicia una subida y posteriormente se
llega a otro pinar que está próximo al cauce del río Adaja. Siguiendo las pocas
flechas amarillas que quedan en algunas
piedras que sobresalen del suelo, por un camino que después de salir del pinar
continúa paralelo al río durante cinco kilómetros, se llega a Valdestillas.
Valdestillas es un pueblo muy alargado, que se cruza por su calle principal. En Valdestillas han aparecido restos romanos de la calzada Segovia-Septimanca. citada al paso del río Adaja. Valdestillas tiene una iglesia dedicada a
Iglesia de Valdestillas
En Valdestillas se
realizó una tesis doctoral en Medicina, entre 1902 y 1904, sobre el Paludismo
en enfermos residentes en la localidad por efecto del agua embalsada en unas
lagunas próximas al pueblo.2 Por
la calle principal de Valdestillas se llega al depósito de agua, a una pequeña
ermita, y más adelante a la
Estación del ferrocarril de Medina del Campo a Valladolid.
Cerca de la Estación
la carretera cruza por debajo del ferrocarril, y un poco más allá ambos pasan
el río Adaja. El puente de la carretera es de origen romano, aunque tiene el
arco central reconstruido.
El camino sigue paralelo
a la carretera, unas veces por la derecha y otras por la izquierda, durante
nueve kilómetros, hasta llegar a Puente Duero. Atraviesa un pinar que tiene
el piso muy arenoso, lo que dificulta considerablemente la marcha. Hace mucho
calor a esta primera hora de la tarde. El pinar ocupa más de tres kilómetros a
lo largo de la carretera. Al salir del pinar el río Adaja se desvía hacia el
oeste. El camino inicia un rápido descenso hasta llegar al cauce del río Duero
y pasa por una zona de muchos "cantos rodados", que obligan al
viajero a salir al arcén de la carretera.
Entre grandes alamedas
aparecen las primeras casas de Puente Duero. Por una larga avenida se llega
hasta el río. Hay varios bares a la izquierda de la calle, próximos al Duero,
y en uno de ellos el viajero decide descansar un poco antes de continuar hasta
Simancas. El río Duero atraviesa toda Castilla de este a oeste. en esta zona de
la provincia de Valladolid incrementa ampliamente su caudal con la
incorporación de sus afluentes Cega, Pisuerga y Adaja. Por Puente Duero el río
es tranquilo, con remansos y gran arboleda en sus riberas, lo que invita al
descanso a la caida de la tarde. El viajero cruza el puente medieval, de arcos
apuntados, que se conserva en buen estado, sin haber sufrido grandes
transformaciones en los últimos tiempos. Destacan sus altos tajamares y su
anchura original, que solo permite el paso de un automóvil en un sentido, y
no ha sido ampliada para adaptarse al tráfico moderno.
Puente sobre el río Duero
Pasado el puente, por la
ribera derecha del río, se acompaña al Duero, en su curva hacia el norte,
camino de Simancas. Cuando el río se desvía hacia el oeste se entra en unos
campos de cultivo, que se están regando a la caida de la tarde. Más adelante se
entra en otro frondoso pinar. Por una pista asfaltada se llega a un
restaurante, que empieza a estar concurrido a esta hora. La gente toma el
fresco a la sombra de los pinos. Después se pasa por unas instalaciones
deportivas. El Castillo de la villa de Simancas se recorta en la sombra que
forma el horizonte. Siguiendo la carretera, un kilómetro más allá se llega al
puente sobre el río Pisuerga.
El puente de Simancas es
largo y estrecho. Tiene diecisiete arcos, es de origen romano y fue
reconstruido en la época medieval. Ha sido restaurado y reparado en numerosas
ocasiones. Hacia el norte, aguas arriba del río Pisuerga, tiene grandes
tajamares, y hacia el sur se mezclan tajamares y contrafuertes. En el ancho río
algunos piraguistas navegan por los alrededores del puente y de las primeras
casas de la villa de Simancas. Al final del puente hay una terraza
completamente llena de gentes.
Simancas estuvo poblada
desde el siglo IV antes de nuestra era por los vacceos. El antiguo castro
prerromano estaba construído sobre un cerro que dominaba la ribera del río
Pisuerga y la Tierra
de Pinares, por el sur, y los montes Torozos y la Tierra de Campos, por el
norte. En la época romana se llamó Septimanca, y por ella pasaba la calzada de
Mérida a Zaragoza, que se cruzaba con la que llegaba desde Segovia, por lo que
fue un importante nudo de comunicaciones. En la época medieval fue conquistada
por Alfonso III el Magno en el año 833, y pasó a ser una plaza importante en la
línea defensiva del río Duero. Alfonso IV el Monje la hizo sede episcopal.
Plaza de Simancas
El viajero sube una empinada cuesta hasta el
Castillo, que actualmente es el Archivo Histórico Nacional, y la iglesia de San
Salvador, del siglo XII, restaurada en el XVI. La iglesia tiene en su interior
tres naves con bóvedas de crucería estrellada y un retablo renacentista de
Inocencio Berruguete. En la cercana Plaza Mayor observamos la fachada
neoclásica de Ayuntamiento. Desde un pintoresco mirador, en la plaza, puede
verse el río Pisuerga y los fértiles campos que le rodean.
Simancas debe su nombre
actual a la leyenda de las siete doncellas que se cortaron las manos para no
ser entregadas en tributo al emir de Córdoba, Abderraman II. Según la tradición
el emir dijo:
“si mancas me las dais, mancas no las quiero.”
Un ejército de castellanos
del conde Fernán González y de leoneses del rey Ramiro II derrotaron a
Abderramán III en los alrededores de
Simancas en el año 939, aunque Almanzor arrasó la ciudad cuarenta y cinco años
más tarde en su invasión de los reinos cristianos hasta Compostela. La
repoblación definitiva la realizó Alfonso VI en el siglo XI.
Durante la guerra de las
Comunidades se mantuvo a favor del Emperador Carlos V. En la Plaza Mayor se ejecutó
a Francisco Maldonado y al obispo Acuña, dos importantes caudillos comuneros de
la zona. El Castillo perteneció a los Enríquez, almirantes de Castilla y
señores de Medina de Rioseco, que lo cedieron a los Reyes Católicos y al Emperador.
Castillo de Simancas
A la
caída de la tarde pueden recorrerse las viejas calles del casco urbano: el
Olmo, los Valientes o el Minarete, y ver las casas de piedra con blasones que
recuerdan el esplendoroso pasado de la localidad. Entre ellas hay numerosos
restaurantes que ofrecen los platos de la cocina castellana tradicional,
pastelerías y tiendas de artesanía. Las sombras de la noche van tomando poco a
poco la ciudad mientras las luces de las terrazas de los bares invitan a un
merecido descanso.
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