martes, 6 de mayo de 2014

DE CERCEDILLA A SEGOVIA


4. DE CERCEDILLA A SEGOVIA.

Salida de Cercedilla. Camorritos. Subida hasta la pista forestal de "La República". Las Dehesas y el valle de la Fuen­fría. El Puerto de la Fuenfría. Un paraíso serrano. La Sierra segoviana. Camino de Segovia. Entrada en Se­go­via. 


El viajero llega a Cercedilla, acompañado de Teresa, para continuar su camino hasta Segovia por el Puerto de la Fuenfría. El paso de la Sierra de Guadarrama desde la vertien­te madrileña hasta la segoviana es una de las etapas más difí­ciles del camino por el gran desnivel que hay que superar ini­cialmente. Desde el Ayuntamiento suben hacia la iglesia parro­quial de San Sebastián, de transición románico-gótica, del si­glo XIV, con modificacio­nes de la época barroca. Siguiendo las flechas amarillas y las indicaciones de la guía de viaje que lleva el caminante se sigue subiendo por los barrios más altos del pueblo, se cruza la vía del ferrocarril de Cercedilla a los puertos de Navacerrada y Cotos y se continúa por una ca­rretera paralela a la vía del ferrocarril hasta Camo­rritos.                         
      
 Estación de Camorritos

Camorritos es una urbanización de chalets en el co­ra­zón de la Sierra, completamente rodeada de pinares. Está si­tuada a unos tres kilómetros de Cercedilla. La empi­nada ca­rre­tera, en buen estado, permite el acceso hasta las primeras casas de esta localidad. Por la calle Río Guadiana y las colo­nias de "Las Heras" y de "Los Castaños" se sale de Camorritos. A partir de allí es preciso continuar por un sen­dero "canadi­ense", que en continuo ascenso sigue las indica­ciones blancas y rojas del GR-10 en las piedras o en los tron­cos de los árbo­les. Es dificil seguir en la subida a algunos excursionistas serranos bien pertrechados para este senderismo por tierras agrestes y trochas de la alta sierra. Teresa tiene algunas dificultades para subir. Más adelante se llega a una pista asfaltada cons­truida en los años treinta, durante la segunda Republica Espa­ñola, que intentó potenciar, de nuevo, el paso de la Fuen­fría. Esta pista forestal nos llevó por las laderas de la Sie­rra de Guada­rrama en poco más de dos kilómetros hasta el Puer­to.



                                                                   Calzada romana     

                                                                                                                      
La calzada romana de Titulcia a Segovia pasaba por Cercedilla. Quedan restos de esta vía romana identificados por el ingeniero An­to­nio Blázquez en 1911:  una piedra "milia­ria" y varios puentes. La calzada iba desde Cercedilla hasta el Puerto de la Fuenfría casi en linea recta du­rante siete kilómetros, paralelamente al río de la Venta, que más adelante será el río Guadarrama. Cruzaba diversos arroyos y en sus pro­ximidades había una venta llamada de Santa Catalina y una casa forestal. El ejercito de Tariq, durante la conquista musulma­na del reino visigodo en el año 711 atravesó el Puerto de la Fuenfría, volviendo desde Simancas por la calzada romana, to­davía en buen estado durante la época medieval.





El "Libro de la Montería", de la época de Alfon­so XI cita el valle de la Fuenfría. Juan Ruiz en el "Libro del Buen Amor" expresa su deseo de pa­sar por el Puerto de la Fue­n­fría, aunque perdido por los veri­cuetos serranos cruza la Sie­rra por Tablada. Cervantes en "Ri­nconete y Cortadillo" hace a Pedro del Rincón, protagonista de su relato, natural del valle de la Fuenfría. Quevedo, en el "Buscón", indica que en un via­je de Don Pablos por la provin­cia de Madrid hasta Sego­via, pernoctó en la venta de Santa Catalina, entre Cercedilla y el Puerto de la Fuenfría. Mucha importancia debió tener el valle y el paso de la Fuenfría du­rante toda la etapa medieval y la Edad Moderna para aparecer en tan­tas obras literarias.


El itinerario actual más idóneo es utilizar la ca­rretera de Las Dehesas, a través del valle de la Fuenfría. Según se va subiendo entre grandes pinares pueden observarse las montañas que limitan el valle: La Peñota, frente a Cerce­dilla, con 1944 metros de altitud, Peña Aguila, algo más al norte, con 2010 metros de altura, y Cerro Minguete, de 2024 metros. La carretera pasa cerca del "Chalet de Peñalara", de la Real Sociedad de Alpinismo, de la Residencia "Lucas Olaza­bal", de Ingenieros de Montes, y del Sanatorio antitubercu­lo­so de Guadarrama antes de alcanzar los últimos tramos en la pro­vincia de Madrid de la antigua calzada romana. El Puerto o collado de la Fuen­fría, de 1796 metros de altitud, cierra el valle por el norte. Ligeramente a la derecha queda Cerro Ven­toso, de 1950 metros de altura, y más allá las cumbres de Sie­te Picos con sus 2138 metros de altitud.


Los segadores gallegos, que venían a Castilla la Nueva para las labores agrícolas estivales, pasaron por este puerto durante más de ciento cincuenta años. En 1778 se abrió al tránsito rodado el Puerto de Navacerrada para facili­tar el paso de los Reyes al Palacio de verano de La Granja, y quedó postergado el Puerto de la Fuenfría hasta mediados del siglo XX, en que fue reivindicado por numerosos excursionistas aman­tes de la Sierra de Guadarrama.


                                                          Puerto de la Fuenfría

En el Puerto de la Fuenfría paramos un rato para descansar y comer unos bocadillos. Los excursionistas que ha­bíamos encontrado en la subida también reposaban en lo alto del Puerto. Desde la Fuenfría la estrecha carretera se adentra en un valle paradisiaco, en la provincia de Segovia. La ver­tiente norte de la Sierra es más fría que la vertiente madri­leña. Las plantas en la primavera, cuando retoñan, llevan un retraso de varias semanas en su desarrollo, por la diferencia térmica entre ambas laderas, debido al menor tiempo de exposi­ción al sol de las zonas umbrías segovianas respecto de las solanas madrileñas.

A dos kilómetros de iniciado el descenso se encuen­tran unos restos arquitectónicos del antiguo convento de Casa­ra, que fue de los Templarios. aquí descansaban los Reyes, antes de abrirse el Puerto de Navacerrada, cuando iban a Val­saín y La Granja por el Puerto de la Fuenfría. El toponimio "Fuente de la Reina", un kilómetromás abajo, tiene relación con estos vijes de los Reyes por el lugar. La Fuente de la Reina se llamó también de Matagallegos, en alusión al paso de los segadores de esta tierra y a lo difícil de la ascen­sión por la vertiente segoviana del Puerto de la Fuenfría.


En los prados de la zona pacen vacas y caballos. De cuando en cuando se ve algún cervatillo. Hay tan gran número de vacas sueltas que resulta dificultoso atravesar el prado a una distancia prudencial de ellas. Nos miran al pasar como a extraños que alteran su tranquila estancia en el prado. En algunas ocasiones produce un ligero miedo pasar tan cerca de estos animales, ya poco domésticos, aunque aún tranquilos, que viven sueltos y libres en las laderas de la Sierra.

La estrecha carretera baja por el valle dejando a la derecha la cumbre de Cerro Pelado, de 1605 metros de altitud, y a la izquierda las últimas estribaciones de la Sierra de la Mujer Muerta. En la zona existió, en otro tiempo, la llamada Venta de la Fuenfría, y una casa de postas, para cambiar los caballos de las diligencias. Más adelante estaba la ermita de la Virgen de los Remedios.


Por detrás del Cerro Pelado, en las laderas del Pue­rto de Navacerrada, nace el río Eresma, que después pasará por Segovia. Por el borde oriental de la Sierra de la Mujer Muerta nace el río Frío, que forma el embalse de Revenga, junto a la carretera de Madrid a Segovia, y que después pasa por las Na­vas de Riofrío, donde está el palacio de caza de Riofrío, que antaño usaban los Reyes. En sus proximidades hay gran cantidad de ciervos y de corzos. Desde un poco más abajo del Cerro Pe­lado, en un claro del bosque de pinares, abierto a las llanu­ras segovianas se divisa el embalse de Revenga.





                                                                 La mujer muerta


El terreno se hace cada vez más llano, según nos acercamos  al Cerro de Matabueyes, muy cerca de Valsaín. A la derecha del cerro se desvía la estrecha carretera hacia esta localidad. El caminante y Teresa, que cada vez va teniendo más dificultades en los pies deciden seguir las flechas amari­llas que indican el camino por la izquierda del Cerro de Mata­bue­yes. Se inicia un ligero descenso por una ladera entre fin­cas ganaderas. A lo lejos, a más de ocho kilómetros, puede verse, en los días claros del verano, las torres de la Cate­dral de Segovia.



Seguimos caminando un par de kilómetros más hasta la fuente de San Pedro. Allí encontramos a un ganadero con un au­tomovil "todo terreno". Le preguntamos por el camino que nos falta hasta Segovia y nos dice que se encuentra en buen esta­do. Debemos salir de la finca donde está el ganado por una puerta que está abierta, aunque parece cerrada, y volverla a cerrar para que no se escapen las vacas. Después atravesamos una carretera que va a La Granja de San Ildefonso y a Navas de Riofrío.





Continuamos camino de Segovia por una zona de prade­ras y pequeñas lagunas entre las carreteras de Madrid y de La Granja. De cuando en cuando vamos encontrando deportistas se­govianos que hacen "footing" en estas últimas horas de la tar­de. Nos pasan y nos vuelven a pasar en sentido contrario cuan­do dan la vuelta hacia Segovia. Según nos acercamos a la ciu­dad cada vez hay más corredores e incluso algunas personas que dan un largo paseo.


Junto a otras instalaciones ganaderas, muy cercanas a la ciudad, están domando potros unos jóvenes. Por allí pasa el arroyo Clamores, que rodea la zona del Alcazar, antes de confluir en el río Eresma. El camino entra en Segovia por un cuartel del Ejército. Están arriando la bandera y se oyen los toques de trompeta que acompañan al acto. Desde allí se ven los bloques de casas de reciente construcción del Polígono de Nueva Segovia.


Por la carretera de San Rafael, la urbanización Mi­rasierra y la colonia de San José Obrero vamos llegando a la estación del ferrocarril a Medina del Campo y a Madrid. Conti­nuamos por el paseo del Conde de Sepúlveda, el barrio de Las Lastras y el paseo de Ezequiel González, hasta la estación de autobuses. La iglesia de San Millán está todavía abierta y pasamos a sellar la credencial de peregrinos del Camino de Santiago. San Millán es uno de los templos románicos más monu­mentales de la ciudad, que no podemos ver porque lo van a ce­rrar en seguida, y porque nuestro autobús a Madrid está a pun­to de salir y es el último del día. 


5. SEGOVIA




                                                      Vista panorámica de Segovia     

Iglesias de San Millán y San Clemente. Avenida Fernández Ladreda. El Acueducto. Plaza del Azoguejo. Gastronomía se­goviana. Hacia la Plaza Mayor. La Casa de los Picos. Igle­sia de San Martín. Un café en la calle Real. La Plaza Ma­yor. Juan Bravo y los Comuneros. La Catedral. La "Casa del Secretario". Iglesia de San Esteban. El barrio de la "Clau­s­tra". Antonio Machado. Iglesia de San Andrés. El Alcázar.   Bajada al valle del Eresma. Iglesia de la Vera Cruz. Santuario de La Fuencisla.







Iglesia de San Millan

Desde la estación de autobuses el viajero vuelve a pasar por la iglesia de San Millán, que no pudo ver al entrar en Segovia. San Millán es de origen mozárabe y fue construida entre los años 1111 y 1123, por lo que es una de las más anti­guas de la ciudad. Tiene cuatro ábsides en su cabecera y dos pórticos laterales. En la torre pueden verse los arcos de he­rradura, característicos de su estilo arquitectónico. El inte­rior tiene planta de salón con bóveda de cruceria, de estilo hispano musulmán, sostenida con trompas. Anteriormente tuvo una cubierta de madera con un artesonado mudéjar. Entre su imaginería destaca un Crucifijo gótico y una Inmaculada Con­cep­ción, del siglo XVII.



La mañana se va paulatinamente calentando cuando el viajero pasa por la avenida Fernández Ladreda camino de la Plaza del Azo­guejo. A la mitad de la calle encuentra la igle­sia de San Cle­mente, de la que tantas veces ha oído hablar a su padre. No la ha visto en viajes anteriores a Segovia y va a ver­la esta vez. San Clemente se construyó extramuros de la ciudad antigua en el siglo XII. Tiene una sóla nave muy amplia en su interior y un ábside semicircular. La torre se encuentra si­tuada sobre el crucero.


Al salir de San Clemente se ve el Acueducto, símbolo de la ciudad. Es el monumento de la época romana mejor con­ser­vado. Anteriormente a la conquista de la Península Ibé­rica, Segovia fue una plaza fuerte de los arevacos, una ciu­dad para la guerra asentada en la zona alta próxima al actual Al­cazar. "Segobriga", que así se llamó, fue una ciudad administrativa en el cen­tro de la Hispania romana, con una calzada que la unía con Ti­tulcia y Simancas, la vía XXIV del Itinerario de Antonino. El Acueduc­to, para traer el agua a la ciudad, desde las cercanas fuentes del río Frío, además de algunas estelas funerarias, y otros restos arqueológicos de menor entidad, dan idea de la impor­tancia de Segovia como ciudad romana.




Acueducto

El Acueducto fue construIdo en el siglo I de nuestra era, posiblemente por el emperador Trajano, que era de origen español. También se ha considerado realizado en la épo­ca de Nerva. Está hecho con grandes bloques de granito, de la Sie­rra de Guadarrama, asentados unos sobre otros sin ningún tipo de argamasa. La parte central, en la Plaza del Azoguejo, al­canza veintiocho metros de altura, con doble arcada, una sobre otra.


La Plaza del Azoguejo es hoy una de las zonas más céntricas de la ciudad. Está situada entre la parte medieval fortificada y el comienzo de los viejos arrabales construidos extramuros del recinto amurallado, que constituyen el actual ensanche de la ciudad moderna. Por esta plaza salen las carre­teras de Arévalo, Valladolid, Soria, La Granja de San Ildefon­so y Madrid, y por ello es la que tiene la mayor aglomeración de coches de toda la ciudad. Una estampa habitual de la plaza es el gran número de turistas, en pequeños o en grandes gru­pos, que llegan a Segovia principalmente desde Madrid, por su proximidad geográfica.




En los alrededores de la Plaza del Azoguejo se en­cuentran los restaurantes más típicos, donde pueden degus­tarse los célebres platos de la gastronomía segoviana: el cor­dero asado, el cochinillo, y el postre más característico, el ponche segoviano, una especie de pastel. El "Mesón de Candi­do", "La Criolla", y varios otros restaurantes han destacado en los últimos años. El viajero recuerda su niñez y juventud, y las comidas y paseos por la ciudad de Segovia, con sus pa­dres y abuelos, naturales de la zona nordeste de la provincia.


El caminante, desde la Plaza del Azoguejo, entra en la ciudad antigua por la que fue, toda ella, la calle Real, que conduce a la Plaza Mayor y la Catedral. Hoy recibe nombres distintos en diversos tramos. Por la calle de Cervantes, junto a la Plaza del Azoguejo, se inicia una ligera subida, entre restaurantes, mercerías y tiendas de "souvenirs", hasta el principio de la calle Juan Bravo, y de la Casa de los Picos.

La Casa de los Picos tiene una curiosa leyenda de amor entre una bella doncella de la nobleza segoviana, Guio­mar, y un principe morisco de Sierra Nevada. Se cuenta que el padre de la doncella pactó con el Diablo la aparición de gar­fios sobre la fachada, que impidiera la subida a la casa del enamorado príncipe musulmán. Los garfios se transformaron en los tres­cientos sesenta y cinco picos, que dicen los comenta­rios popu­lares que tiene la fachada.



Casa de los Picos

En esta zona, además de la Casa de los Picos, estuvo la Alhóndiga medieval, para la compra y venta de trigo, y el Palacio de Enrique IV. Todavía se conservan la Torre de Lozoya y la estatua de Juan Bravo en la Plaza de las Sirenas, junto a la iglesia de San Martín.  








La iglesia de San Martín es una de las más importan­tes del románico segoviano. Tiene uno de los atrios más hermo­sos de la ciudad de Segovia, que rodea la iglesia por tres de sus fachadas laterales. La torre destaca sobre el centro del atrio con tres cuerpos de ladrillo y ventanales de medio pun­to. Es de estilo mozárabe, con influencias orientales. La igl­esia tiene un ábside lateral, además del ábside central, que ha sido reformado en el siglo XVII. En el interior de la igle­sia hay esculturas de San Francisco de Asís, Santa Ana, San Juan Bautista, la Virgen y el Niño, y una Piedad del siglo XVI.




Cerca de la iglesia de San Martín estaba la cárcel de la ciudad, ahora convertida en Archivo y Biblioteca munici­pal. En ella estuvo preso Lope de Vega, por la denuncia del padre de Elena Osorio, una de sus primeras amantes. Por la calle del Sol, que sale de la calle Real hacia la muralla, estuvo la Puerta de la Luna y la Judería. La sinagoga estaba donde ahora se levanta la iglesia del "Corpus Cristi". Esta zona de la calle Real se llamó de Cintería en otro tiempo. El viajero pasa a tomar un café a una elegante cafetería próxima a la Plaza Mayor, en la parte final de la calle Real, que aho­ra se llama Isabel la Católica.






Cuando llega a la Plaza Mayor están abriendo las tiendas de "souvenirs" más rezagadas. El sol empieza ya a ca­lentar. Recorre despacio la Plaza Mayor por la "acera del vi­no", llamada así por ser la zona de venta de bebidas del mer­cado callejero. Enfrente está el Ayuntamiento, construido en 1625, y el reloj, entre las dos torres. El reloj lleva más de cien años marcando las horas de los segovianos. La Plaza se llamó también de Franco, de San Miguel, y del Trigo, según las circunstancias históricas y políticas por las que pasó la ciu­dad. El quiosco de la música, actualmente en el centro de la Plaza, se construyó allí mismo, se quitó, y se volvió a poner posteriormente.

En la Plaza Mayor está la iglesia de San Miguel, de estilo renacentista. En ella fue coronada Isabel la Católica. el viajero recuerda que una vez hizo un dibujo de su torre desde un ángulo de la Plaza. Sobre la Plaza Mayor confluyen las calles de San Frutos, del Rehoyo, de los Escuderos, y de la Zapatería. La calle de San Frutos se llamó del Toril porque por ella entraban los toros en la Plaza Mayor cuando se cele­braban corridas en los tiempos de los reyes de la Casa de Aus­tia, muy aficionados a ellos. En la calle de la Zapatería es­tuvo la típica "Posada del Potro".










Desde la Plaza Mayor pueden verse las torres de la Catedral gótica, la última construida de este estilo en Espa­ña. Fue iniciada su construcción bajo la dirección del arqui­tecto Juan Gil de Hontañón en 1525, después de que las tropas de Carlos I destruyeran la antigua catedral románica, próxima al Alcazar, para sofocar la rebelión de los Comuneros.

Los Comuneros se levantaron en armas contra las ve­leidades absolutistas de Carlos I y de sus consejeros flamen­cos, aprovechando su estancia en Alemania para coronarse Empe­rador. Juan Bravo fue el caudillo comunero segoviano, que uni­do al toledano Padilla y al salmantino Maldonado se enfrenta­ron a las tropas imperiales en Villalar. Aunque no fue una rebelión de carácter popular si contó con el apoyo y las sim­patías del pueblo. Se plantearon reformas radicales del Esta­do, de las Cortes y de los Concejos municipales. La derrota de los Comuneros potenció el absolutismo de los reyes de la Casa de Austria y cortó el desarrollo en Castilla de una posible democracia parlamentaria.


La catedral románica se había construido entre 1114 y 1228, y anteriormente tuvo una función catedralicia la igle­sia visigoda de Santa María, situada en esta zona de la ciu­dad, próxima al primer castillo, previo al Alcázar actual. La catedral gótica se decidió construir en el lugar el antiguo convento de Santa Clara por el mismo Carlos I después de la batalla de Villalar. Las obras no concluyeron definitivamente hasta el año 1792, aunque en 1577 estaba prácticamente termi­nada la mayor parte del templo.


En el exterior de la Catedral destaca la torre y la fachada de San Frutos, patrón de la ciudad, realizada por Pe­dro de Brizuela en 1611, en uno de los laterales del crucero. el interior tiene planta de cruz latina con tres naves de al­tas techumbres con nervaduras del gótico flamígero. Entre las capillas tiene especial importancia una dedicada a Santiago, con uno de los mejores retablos de la Catedral. Otro retablo relevante es el de Juan de Juni en la capilla del Santo Entie­rro.  


Al salir de la Catedral, el viajero vuelve a reco­rrer la Plaza Mayor. Por la calle de la Trinidad pasa por la Casa de la Audiencia, la antigua "Casa del Secretario", donde vivió Gonzalo Pérez, padre de Antonio Pérez, Secretario de Felipe II. Gonzalo Pérez fue también Secretario de Carlos I, y en el final de su vida profesó en la carrera eclesiástica lle­gando a ser Arcipreste de Sepúlveda. Diversas leyendas sego­vianas hablan de lances amorosos en la "Casa del Secretario", quizá protagonizados por Antonio Pérez y la Princesa de Eboli, Ana de Mendoza.






Cerca de allí está la plazuela de San Esteban y la iglesia románica del mismo nombre. la torre de la iglesia de San Esteban es una de las más esbeltas del románico de toda Castilla y León. En el interior de la iglesia hay un Cristo gótico con una de las manos desclavada de la cruz. En los al­rededores de San Esteban está el Palacio Episcopal, la iglesia de la Trinidad y el torreón de Hércules, que debió ser parte del recinto amurallado de la ciudad.








Por las calles de Covarrubias, Daoiz y Velarde se entra en la zona más antigua de Segovia, el "Barrio de la Claustra", donde vivía inicialmente el estamento eclesiástico, desde el siglo XII. Cuadrado y Colmenares han escrito sobre este barrio, indicando que se extendía desde la antigua catedral románica hasta la Puerta de San Andrés. El recinto del barrio, con las calles paralelas de Canongía Vieja y Nue­va, estaba cerrado con puertas de molduras bizantinas, respec­to al resto de la ciudad. En estas calles habitaban los canó­nigos de la antigua catedral en casas con miradores a los va­lles del Clamores y del Eresma, con patios interiores, jardi­nes y huertos. en la zona se concedía el derecho de asilo a esclavos, prisioneros y delincuentes. Otra curiosa costumbre era la prohibición de residencia de "mujeres bellas" según las Ordenanzas de 1247 para preservar la castidad de los canónigos y de los socios de la Iglesia.



En esta zona vivió Antonio Machado durante su estan­cia en la ciudad entre 1919 y 1931. En la calle de los Desam­parados está su Casa-museo en el lugar en que había vivido. Antonio Machado recorrió Segovia en sus largos paseos por toda la ciudad alta, por el valle del Eresma, y camino del Institu­to de Segunda Enseñanza, al otro lado del Acueducto, por el barrio del Salvador, donde ejercía como Catedrático de Fran­cés. En Segovia conoció a Pilar Valderrama, la Guiomar de los últimos so­netos. En Segovia escribió algunas "Notas" de los "Com­ple­men­tarios", y poemas al río Eresma, a las torres de las iglesias segovianas, a San Millán, y a la cercana Sierra de Guadarrama.


El viajero continúa hacia el Alcázar por la iglesia de San Andrés, que está situada junto a la Plaza de la Merced. Es una iglesia pequeña con dos ábsides y una torre muy anti­gua. En el interior hay tres naves con bóvedas de de yesería barrocas y un retablo con cuadros de Alonso de Herrera. Al llegar al patio del Alcázar observa el río Eresma y los fosos del castillo. En este emplazamiento existió un primer recinto fortificado desde el siglo XI. Un siniestro fortuito lo des­truyó en 1262 y posteriormente fue ampliado en el siglo XV.










El Alcázar actual tiene una gran Torre del Homenaje, llamada de Juan II, de estructura prismática con altas alme­nas, construída durante el reinado de Juan II y de su hijo Enrique IV. La sala de la Galera, de la época de Catalina de Lancáster, de forma rectangular, es la más grande del casti­llo-palacio, además de la sala del Solio y la sala de Piñas. El Alcázar fue utilizado por los reyes de la Casa de Tratámara que residieron mucho tiempo en Segovia, especialmente Juan II y Enrique IV. La zona más moderna del Alcázar, donde está el Patio del Reloj, con sus tejados empizarrados de gran pendien­te y sus agudas torres, fue realizada en la época de Felipe II. El Alcázar segoviano es actualmente Archivo General de Guerra y Museo de Armas antiguas, entre las que hay piezas de artillería de los siglos XV a XVIII.


Desde el Alcázar el caminante baja al valle del Ere­sma por unas escalinatas  sobre la pared rocosa. Aunque la mañana está avanzada el sol no llega a estas zonas umbrías de la escarpada ladera. Paulatinamente va perdiendo altura hasta llegar al cruce del río en las proximidades de la capilla de San Blas, muy cerca de la iglesia de la Vera Cruz. Esta igle­sia fue construida en el siglo XII por la Orden del Santo Se­pulcro, unida posteriormente con la Orden de Malta. Tiene pla­nta dodecago­nal con una sóla nave en su interior, un edículo central, y algu­nas pinturas murales. Las leyendas populares que unieron su nombre a los Templarios consideraban que desde el Alcázar había pasadizos subterraneos que llegaban hasta la iglesia de la Vera Cruz.












El viajero se acerca al Santuario de La Fuencisla por la calle de San Marcos, después de pasar por el convento de los Carmelitas Descalzos, que fundó San Juan de la Cruz. El Santuario de La Fuencisla tiene una gran raigambre segoviana. Aquí hubo una pequeña ermita medieval, que se amplió inicial­mente en 1598, y después continuaron las obras durante todo el siglo XVII. En la zona del Santuario ocurrió el famoso milagro de la judía Ester, que fue arrojada desde lo alto de la peña acusada de adulterio, y que llegó al suelo indemne por inter­cesión de la Virgen. Para conmemorar el milagro se le llamó posteriormente María del Salto. El viajero recuerda otras vi­sitas al Santuario de La Fuencisla, especialmente las bodas de sus primos David y Nieves hace ya varios años.  










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