viernes, 2 de mayo de 2014

COLMENAR A CERCEDILLA


3. DE COLMENAR VIEJO A CERCEDILLA

Salida de Colmenar. Carretera de Cerceda. El río Manzanares. Hacia Manzanares el Real. Historia de Manzanares. El Cas­tillo. Manzanares hoy. La Pedriza. Cerce­da. Matalpino y la Maliciosa. Camino de Navacerrada. Navacerrada. Hacia el Puerto de Navacerrada. Desvío a Guadarrama. Hacia Cercedilla. Por las calles de Cercedilla.


El viajero sale de Colmenar Viejo por los barrios del norte de la villa. Pasa por delante de la Plaza de Toros, en la parte más alta de la población, y continúa dejando a la izquierda una zona de nuevas urbanizaciones de chalets adosa­dos, y a la derecha bloques de edificios. Toma un café en un bar llamado "Los Arcos" y se dirige hacia las instalaciones militares de la Brigada San Pedro. Algunos soldados hacen gua­rdia a estas horas de la mañana, y otros van de un lado para otro por el patio de entrada al cuartel.


Brigada San Pedro(Colmenar)

Al final del conjunto urbano una carretera se desvía hacia Cerceda y otra pasa por encima del final de la autovía y lleva a Soto del Real y Manzanares. El caminante sigue hacia el norte, frente a las cumbres de la Sierra de Guadarrama, que se recortan en este día luminoso sobre el azul del cielo. Hay una explotación ganadera cercana, en la que se ven numerosas vacas pastando. El camino en el que se van siguiendo las indi­caciones amarillas llega a la vía del ferrocarril, que se cru­za por un paso inferior. 


Un poco más adelante se encuentra el río Manzanares, que cruza por el puente de de la carretera de Colmenar a Cer­ceda. Cerca de la carretera está el puente del Batán, con un sólo arco sobre la roca, que es de origen romano. Más allá hay unas instalaciones del Canal de Isabel II y nue­vas ganade­rías. Se continúa por una vía pecuaria, que permite el tránsi­to del ganado. Un kilómetro más adelante se divisa el embalse de San­tillana y el pueblo de Manzanares el Real.


El río Manzanares nace en el Ventisquero de la Con­desa, junto a la Bola del Mundo, en la ladera sur de la Cuerda Larga. Atraviesa el Parque Regional de la Pedriza, y junto a Manzanares el Real forma el embalse de Santillana. En la cuen­ca alta del río Manzanares se han instalado desde hace mucho tiempo molinos y batanes, que han utilizado la fuerza motriz del agua para moler el grano o para ayudar en los procesos mecánicos del cardado de la lana o del enfurtido de los paños. Molinos y batanes han tenido una enorme importancia en la eco­nomía de la región colmenareña.


La ruta continúa hasta Manzanares el Real a través de un puente sobre el embalse de Santillana. Se cruza la ca­rretera de Soto del Real a Cerceda y se encuentran las ruinas del antiguo Castillo de Doña Leonor de Guzmán. Desde aquí co­mienzan a aparecer las señales blancas y rojas del célebre GR-10, indicaciones del sendero que atraviesa la Sierra de Guada­rrama, y que puede seguirse hasta Cercedilla.


En Manzanares el Real se han encontrado restos ar­queológicos de un poblado visigodo. Se supone que durante la conquista de la Península por los árabes se construyeron cas­tillos y fortalezas de las que no ha quedado nada manifiesto hasta el momento actual. La zona fue repoblada por los sego­vianos en el siglo XIII, durante el reinado de Fernando III el Santo. La región se llamó el Real de Manzanares porque Alfonso X el Sabio hizo el territorio de "realengo", o de dependencia directa del monarca, para evitar los conflictos territoriales entre segovianos y madrileños por su control.
        

Durante el reinado de Alfonso XI el lugar perteneció a Leonor de Guzmán, amante del rey. Juan I y Juan II lo cedie­ron a la familia de los Mendoza, mayordomos reales. En 1435 Iñigo de Mendoza, marqués de Santillana, inició las obras del actual Castillo de Manzanares, uno de los mejor conservados de la Comunidad de Madrid.

Castillo de Manzanares el Real

El Castillo de Manzanares el Real mezcla las carac­terísticas de fortaleza medieval con las de palacio renacen­tista. Tiene planta cuadrada con adarves almenados, que se curvan en dos de los ángulos. En el lado sur destaca la torre del homenaje, de estructura hexagonal. Los torreones del lado oeste están coronados por barbacanas circulares y almenas, que permiten dominar el acceso al Castillo. El hijo del Marqués de Santillana, Don Diego, en la época de los Reyes Católicos con­struyó los amplios salones de su interior que le han dado en sucesivas restauraciones el aspecto palaciego actual. 
  
       
Manzanares el Real es actualmente un pueblo con nue­vas urbanizaciones, como "Los Palacios", "Cuatro Peñas" o "Co­rnocal", en contraste con sus casas más antiguas del centro de la localidad. El viajero da una vuelta por la Plaza Mayor, la calle Real, la calle de los Panaderos,... y entra en la igle­sia dedicada a Nuestra Señora de las Nieves. En una de las nue­vas cafeterías cercanas a la Plaza Mayor toma su habi­tual café y piensa en la adaptación paulatina entre la so­cie­dad rural tradicional y la incipiente dedica­ción al tu­rismo y a los servicios de este pueblo. En algunos casos la con­strucción de chalets adosa­dos y de bloques de pisos está rom­piendo el en­torno natu­ral.


Al salir de Manzanares hacia Cerceda, el caminante divisa los macizos rocosos de la Pedriza, dos kiló­metros al norte del pueblo y a unos cuarenta kilómetros de Madrid. La Pedriza es la primera estribación de la Sierra de Guadarrama y forma un hemiciclo de granito y gneis apoyado contra la cara sur de la Cuerda Larga. Un primer macizo llama­do "el Alcorno­cal", de 1110 metros de altura y un segundo con­junto rocoso conocido como "Conchas del Manzanares" forman la Pedriza ante­rior. En esta parte están "el Yelmo", "el Rompeo­las" o "el Risco del Pájaro", curiosos nombres de agrupaciones rocosas con caprichosas formas. En el centro de la Pedriza está el refugio Giner, en honor a Francisco Giner de los Ríos, que tantas excursiones a este lugar realizó con sus alumnos de la Institución Libre de Enseñanza.

La Pedriza

El viajero llega a Cerceda y pasa a visitar el pue­blo. Hace calor en las primeras horas de la tarde. Tiene que acondicionarse los pies que empiezan a recalentarse por los últimos kilómetros recorridos sobre el asfalto de la carrete­ra. Entra en un bar para tomar alguna bebida fresca y llama a un amigo que está en Los Molinos para ver si le puede ver cu­ando llegue a Navacerrada, pero está muy ocupado y no es posi­ble. Al sa­lir del bar si­gue con la vista la torre de la igle­sia entre las casas y se dirige hacia ella. Fue construida a ins­tancias del poderoso arzobispo Pedro de Mendoza, en la épo­ca de los Reyes Católi­cos. 


En el cruce de la carretera de Moralzarzal y Matal­pino recuerda las veces que siendo adolescen­te ha veni­do a este último pueblo serrano, a los campamen­tos de verano que organi­zaba el co­legio de curas donde estu­diaba. Como ahora, con una mo­chila a la espalda, hacían excursiones por la ladera de la Mali­ciosa. Le sigue impresionando esta mole mon­tañosa de aspecto alpino. Cerca de la Maliciosa pueden obser­varse otras cumbres de la Sierra de Guadarrama: La Peño­ta, Siete Picos o la Bola del Mundo.          
                               



Embalse de Navacerrada


Continúa camino de Navacerrada en una ascensión sua­ve pero constante. Pasa un desvío a la izquierda, hacia Colla­do Mediano y más adelante otro cruce hacia Becerril de la Sie­rra. El sol está cada vez más bajo y algunas nubes le ocultan par­cialmente. Desde la carretera se ve el embalse de Navace­rrada, formado por el río Guadarrama, ligeramente al sur del pueblo. El viajero entra en Navacerrada por las urbanizaciones de cha­lets del norte de la localidad, y se dirige hacia la zona an­tigua del pueblo, a la Plaza de los Angeles, donde está el Ayuntamiento. El rey Felipe IV dió a la localidad el título de villa en el siglo XVII. La iglesia parroquial está dedicada a Nue­stra Seño­ra de la Natividad, y fue construida en el siglo XVI. Navacerrada tiene un gran ambiente, muy populo­so, en es­tos días de verano.


El caminante sale de Navacerrada por un largo paseo en dirección a Madrid, desde el que se ve, de nuevo, el embal­se sobre el río Guadarrama. Al llegar a la carretera de Ma­drid, frente a un hotel cuya terraza está muy concurrida de gente, gira hacia la derecha y encara las primeras rampas de la subida al Puerto de Navacerrada, célebre estación de esquí, muy frecuentada en invierno por los madrileños. El sol está ocultandose detrás de las cumbres situadas al oeste de la Sie­rra de Guadarrama. El desvío hacia el pueblo del mismo nombre y hacia Cercedilla está un poco más arriba, en las inmediacio­nes de "La Fonda Real". La carretera del­  Puerto está muy fre­cuentada de automó­viles a esta hora. Resul­ta un alivio cuando al entrar en la carretera de Guadarrama el número de coches disminuye a dos o tres cada cinco minutos. 
                                      

La carretera de Guadarrama inicia un suave descenso. Un kilómetro más adelante el viajero se desvía hacia Cercedi­lla. La carretera continúa perdiendo altura por la ladera de la montaña, formando un amplio arco. De cuando en cuando se cruza con algún coche que sale de Cercedilla. Al llegar a las primeras casas recibe una llamada telefónica de un amigo de Madrid, que no sabe de sus andanzas por la Sierra, ni de sus pretensiones de continuar hasta Santiago de Composte­la.
    

Cercedilla es el municipio de mayor altitud de la zona. Esta situado a los pies de Siete Picos. Tiene un clima extremado, con grandes nevadas en invierno y muchos días gri­ses en verano. Ello no impidió que fuera una de las primeras zonas  de vacaciones estivales de la burguesía madrileña du­ran­te los primeros años del siglo XX. Su magnífico entorno natural fue la causa de este hecho. Todavía quedan muchas ca­sas en el núcleo urbano con las características de las cons­trucciones de principios de siglo, con varios pisos y un ex­tenso jardín, algo destartaladas para los gustos actuales. El viajero recuerda unas vacaciones en Cercedilla, cuando una de sus hijas era muy pequeña, y los pocos días que pudo bañarse por la frialdad de las aguas de la Sierra.

Ayuntamiento de Cercedilla

Cercedilla era el paso obligado a Segovia por el Puerto de la Fuenfría. Todavía quedan restos de la calzada romana, que unía Titulcia con Segovia dentro de su término municipal. El viajero recorre las calles principales de la localidad, y se decide a pedir que le sellen la credencial de peregrino a Compostela en el Ayuntamiento, porque la iglesia parroquial de San Sebastián está cerrada a estas horas. En una terraza en la calle principal oye comentar que está próxima la semana cultural, que se celebra todos los veranos desde hace más de veinticinco años. El alma de la semana cultural, cele­bre entre los pueblos de la Sierra, fue el poeta Luis Rosales, que vivió desde el principio de estas actividades cultura­les en Cercedilla.


El viajero con las primeras horas de la noche decide volver a dormir a Madrid en el último autobús y continuar al día siguiente el camino hasta Segovia. Las terrazas de los bares están llenas de gentes, que como él, son naturales o vecinos de la gran urbe madrileña. El autobús recorre las es­trechas calles de Cercedilla y por las urbanizaciones de cha­lets de Los Molinos se dirige a Guadarrama y después a Madrid.




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