El camino a Finisterre sale desde la Plaza del Obradoiro, a los pies de la Catedral, por la calle de las Huertas, entre el Hostal de los Reyes Católicos y el palacio de Raxoi. Descendemos rectos por esta calle la cuesta que nos lleva junto a la iglesia de San Frucutoso, conocida también como iglesia de las “Angustias de Abaixo” o de la Real Angustia.
Este templo es de estilo churrigueresco y fue proyectado por Lucas Ferro Caaveiro en el siglo XVIII. En su construcción, de planta central, sobresale la grandiosa cúpula con forma de media naranja. La fachada está concebida para ser contemplada desde la Plaza del Obradoiro, por lo que la decoración se concentra en la cornisa superior.
Allí se sitúan las imágenes de las cuatro virtudes cardinales: Prudencia, Justicia, Fortaleza y Templanza, que la retranca popular las ha identificado con las cuatro sotas de la baraja española. Completa la fachada un campanario adornado con volutas y pináculos y una hornacina con la imagen de la Virgen de las Angustias.
Domenico Laffi salió de Santiago de Compostela por la antigua “Porta de Faxeira”, según cuenta en su "Viaggio in Ponente a San Giacomo di Galitia a Finistearre", para después desviarse “hacia poniente”, por el camino de Noia y Muros.
La calle de las Huertas se prolonga en la “rúa Campo das Hortas”. Tras un paso de peatones continuamos de frente por la “rúa do Cruceiro do Galo”, que pasa a denominarse Poza de Bar y más adelante San Lorenzo. Ésta calle nos lleva hasta la “carballeira” del mismo nombre, una antiquísima fronda de robles donde está situado el convento franciscano de San Lorenzo de Trasouto.
El antiguo monasterio medieval del siglo XIII se inició cuando Martín Arias, obispo de Zamora fundó una ermita dedicada a San Lorenzo que después se convirtió en un modesto convento de la orden franciscana rodeado de espesos robledales. Aquí se celebró el Capítulo de la Orden Franciscana en 1473.
Actualmente el convento se ha transformado en un “pazo” que cuenta con jardines exteriores que destacan más por su riqueza y variedad botánica que por su trazado. Merece la pena su especial e insólito claustro. Es un espacio de planta casi cuadrada rodeado por una galería abierta en el piso inferior y acristalada en el piso superior.
El paseo perimetral encierra otro jardín interior, con bojes tallados formando dibujos que, con el transcurrir de los años, se han convertido en extraños jeroglíficos cuyo significado es difícil de desentrañar.
En este paraje, pasado el robledal de San Lorenzo, encontramos el primer mojón jacobeo que nos indica las distancias hasta Fisterra y Muxía. Uno de los paseos del robledal llega a la “rua Costa do Cano” y desciende hasta el “Ponte Sarela” sobre el río del mismo nombre.
El río Sarela discurre por los alrededores de Santiago, de norte a sur, hasta su desembocadura en el Sar, citado por Rosalía de Castro en su libro de poemas: “En las Orillas del Sar”:
A través del follaje perenne
Que oír deja rumores extraños,
Y entre un mar de ondulante verdura,
Amorosa mansión de los pájaros,
Desde mis ventanas veo
El templo que quise tanto.
El templo que tanto quise...
Pues no sé decir ya si le quiero,
Que en el rudo vaivén que sin tregua
Se agitan mis pensamientos,
Dudo si el rencor adusto
Vive unido al amor en mi pecho. (Poema de Rosalia)
Estas zonas del Sarela, antes de perderse en el Sar, eran la huerta de Compostela.
Pasado el río Sarela están las antiguas fábricas de curtidos del barrio de “O Carme de Abaixo”. Aunque la mayoría de ellas están hoy en ruinas, todavía conservan, inequívocas, las huellas de su pasado como industrias artesanales, que tuvieron su esplendor durante el siglo XIX y hasta la mitad del XX.
Al lado de la antigua fábrica de “O Carme de Abaixo” estaba el convento de las Oblatas. Estas monjas también llamadas “arrepentidas”, tradicionalmente acogían a las mujeres de vida “licenciosa” de la ciudad. Ahora es un hotel de alto nivel: AC Palacio del Carmen.
Una senda arbolada nos aproxima hasta la pista que conduce a “Sarela da Baixo”, donde, si el día está despejado, veremos por última vez la catedral compostelana. A partir de aquí el camino se adentra en un bosque de eucaliptos.
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