viernes, 31 de octubre de 2014

BIBLIOGRAFÍA DE ASTORGA Y LA MARAGATERÍA

ASTORGA.

- Astorga: guía turística de la ciudad. Augusto Quintana Prieto. León. 1978.

- Astorga. Fernando Llamazares. Editorial Everest. Madrid. 1979.

- Antonio Gaudí y su obra: actas del simposio celebrado en la ciudad de Astorga los días 22, 23, 24 y 25 de junio del a­ño 1989. Comisión organizadora del centenario de Antonio Gaudí. Astorga. 1990.

- Astorga. Inocencio Ares Alonso. Editorial Edilesa. León. 1999.

- Astorga. Luis Grau Lobo. Editorial Everest. León. 2000.

- Astorga: ciudad bimilenaria. Joaquín-Miguel Alonso González. Editorial Ambito. Valladolid. 2000.



Plaza de Astorga

LA MARAGATERÍA.

- Santa Colomba de Somoza: su pasado y su presente. Jerónimo Probanza Antón. Ediciones "El Paisaje". Vizcaya. 1983.

- El hospital de peregrinos de Santa Catalina de Somoza.  Martín Martínez Martínez. Centro de Estudios e Investiga­ción "San Isidoro", Archivo Histórico Diocesano. León. 1977.

- La ruta del oro: un recorrido por el país de maragatos. Inocencio Ares Alonso. Editorial Edilesa. León. 1997.

- Los maragatos y su tierra: breves consideraciones. Augusto Quintana Prieto. León. 1978.



Pueblo maragato/Monte Teleno





martes, 28 de octubre de 2014

HACIA RABANAL DEL CAMINO

22. HACIA RABANAL DEL CAMINO. LA MARAGATERÍA
                
Salida de Astorga. Valdeviejas. Ermita del "Ecce Homo". Murias de Rechivaldo. La Maragatería. Castrillo de los Polvazares. Gastronomía mara­gata. "La Esfinge maraga­ta". Hacia Santa Colomba de Somoza. Santa Cata­lina de Somoza. Kristen Jacqueline. El Ganso. Hacia Rabanal del Camino. Puente de Pañote. Entrada en Rabanal. Alber­gues. Tarde y noche en Rabanal del Camino.


Desde la estación de autobuses, el viajero cruza de nuevo Astorga casi al mediodía. Por el parque de Melgar y por la Puerta Romana sube a la plaza de Eduardo de Castro. Contem­pla otra vez la Catedral y el Palacio Episcopal, y por la calle de Leopoldo Panero se dirige hacia el paseo Blanco de Cela, en la otra parte de las murallas, en la zona sudoeste de la ciudad. Desde allí se divisa toda la campiña astorgana, la autovía Madrid-Galicia y la carretera provincial que va a Santa Colomba de Somoza y a  Rabanal del Camino.    
          
Por la Puerta del Obispo y por la calle de los Mártires se baja desde la muralla hasta la carretera de Ma­drid. Se cruza y se continúa hacia la salida de la ciudad, cerca de la "Fuente Encalada", donde se aprovisionaba de agua el vecindario antes de su conducción hasta las viviendas. Por la carretera de Santa Colomba el caminante sale de Astorga camino de la Maragatería. Un kilómetro más adelante pasa por el pueblo de Valdeviejas, que queda a la derecha de la carre­tera. Valdeviejas tiene una iglesia dedicada a San Verísimo, que en otro tiempo dió nombre al pueblo. En 1481 hubo aquí un hospital de peregrinos llamado de los Mártires.







Ermita del "Ecce Homo"



Un poco más adelante hay una pequeña ermita, llamada del "Ecce Homo", a la izquierda de la carretera. El peregrino descansa un poco en la sombra, porque ya hace demasiado calor en las primeras horas de la tarde del verano astorgano. La ermita está cerrada, aunque puede verse su interior por unos ventanales practicados en las puertas. Es de construcción medieval, pero ha sido reconstruida en los siglos XVIII y XIX. 
        
Después de la ermita de "Ecce Homo" se cruza la autovía de Galicia y el río Jerga. A poco más de otro kilóme­tro se llega a Murias de Rechivaldo, primer pueblo de la Maragatería. El camino se desvía de la carretera, que va a Castrillo de los Polvazares, y entra en el pueblo. Tiene restos de empedrado, que da idea de su importancia antigua como vía de paso de los peregrinos. Murias de Rechivaldo fue en otro tiempo un pueblo de arrieros maragatos. Tiene una iglesia en honor de San Esteban, del siglo XVIII, con un relieve de la Virgen del Pilar y una estatua de San Roque Peregrino. El viajero descansa un rato en un bar de la locali­dad, tomando un café, antes de continuar por la carretera hasta Castrillo de los Polvazares.
                       
El viajero va pensando en las peculiaridades de la Maragatería, y en las diversas versiones que han circulado sobre este enigmático pueblo. Algunos de sus estudiosos más preclaros han mantenido que el término "maragato" procede de "merigator", y éste de las características comerciales de sus gentes, que desde la Edad Media se dedicaron a la arriería y al comercio, para paliar las dificultades agrícolas de la región. El territo­rio siempre fue conocido como la "Somoza", y este es el sobrenom­bre de casi todas las localidades de la zona. "Somoza" está relacionado con "bajo el monte", al pie del monte Irago y otros montes de León. Después de la conquis­ta árabe se produjo una despoblación del territorio hasta la nueva repoblación por Alfonso I y Ordoño II con astures del norte y mozárabes del sur. Las formas y costumbres de los maragatos las fue forjando la geografía, el clima y las nece­sidades vitales de sus moradores.

Castrillo de los Polvazares es la localidad maragata más genuína. Se encuentra en perfecto estado de conservación, con las puertas y ventanas de sus casas pintadas de color verde, en contraste con los tonos rojizos de las piedras y argamasa de las paredes. Algunas casas tienen blasones ador­nando sus fachadas, recuerdo de un pasado más señorial. En Castrillo de los Polvaza­res hay un hermoso crucero en una de las pequeñas plazas del pueblo.

La localidad es objeto de un turismo gas­tronómico típico. Gentes de los alrededores y turistas de paso por Astorga van a comer el célebre "cocido maragato", que se empieza a tomar en orden inverso de platos en relación a lo habitual en las tierras castellanas. Varios restaurantes ocupan el pueblo, al que no se puede pasar prác­ticamente con coches, que han de dejarse en los aparcamientos exteriores preparados al efecto. El viajero prefiere dejar el "cocido maragato" para otra ocasión, y busca un bar para tomar otro café, pero no lo encuentra, porque todos los locales públicos están orien­tados al servicio de comidas y no atienden a esas horas otros menes­teres. En las cercanías de Castrillo de los Polvazares hay restos arqueológicos de un castro de los anti­guos pobladores de origen celta, en un cerro llamado "La Mesa", por su forma característica.        
                  

Castrillo de los Polvazares


Concha Espina, en "La Esfinge Maragata", ha descrito el sistema de vida de la Maragatería y ha centrado la acción en Castrillo de los Polvazares, aunque no lo indica expresa­mente. "La Esfinge Maragata" describe la vida de las mujeres de esta tierra, que durante muchos siglos han vivido practica­mente solas en sus pueblos, mientras los hombres se dedicaban a la arriería, por los caminos de Castilla y de Galicia, lejos de sus casas.

El viajero sale de Castrillo de los Polvazares y toma la carretera de Santa Colomba de Somoza. Santa Colomba es el pueblo más importante de la zona, después de Astorga, y uno de los más antiguos. Se conservan documentos en su archivo parro­quial de 1444, y actas de bautismo desde 1605. Hoy Santa Colomba de Somoza es un pueblo agrícola y ganadero, con cierta riqueza forestal. Tiene una fábrica de curtidos y alguna producción artesanal de embutidos típicos de la región. Varias tiendas y algunos bares constituyen su actividad comercial.
 

Santa Catalina de Somoza


El peregrino retorna al Camino de Santiago, que va paralelo al tendido eléctrico, y al llegar a él se desvía de la carretera hacia Santa Catalina de Somoza. Durante todo el recorrido va encontrando una vegetación típica de monte bajo, con algunos olmos y robles aislados. Las tierras culti­vadas disminu­yen y el terreno ligeramente va en ascenso. Nos aproxi­mamos al célebre "Monte Irago". Santa Catalina es otro pueblo maragato característico en el que hubo un hospital de peregri­nos bajo la advocación de la Virgen de las Candelas. En la iglesia parroquial de Santa María se conserva una reli­quia de San Blas, santo patrón del lugar.

El Camino de Santiago discurre por la calle Mayor de Santa Catalina de Somoza. El caminante descansa en un pequeño bar y toma contacto con Kristen Jacqueline, peregrina belga, que viene caminando desde Saint Jean Pied de Port, en los Pirineos france­ses, cerca de Roncesvalles. Kristen sale del bar un poco antes que el viajero. Tiene prisa. El día anterior pernoctó en Hospital de Órbigo, y quiere llegar más allá de Rabanal del Camino, si es posible, aunque ya es un poco tarde.

Desde Santa Catalina hasta El Ganso la carretera se estrecha y continúa en suave ascenso. Empiezan a verse casas con cubiertas de paja de centeno, similares a las "pallozas" gallegas. Se supone que son restos antiguos de la forma de construcción celta, que ha quedado en esta zona del Bierzo y de Galicia. En El Ganso también hubo un hospital de peregrinos y un monas­terio regido por monjas cluniacenses. La iglesia parroquial está dedicada a Santiago. En ella hay una talla del santo, del siglo XVI, con hábito de peregrino. La iglesia está al final del pueblo junto a la carretera. Al pasar por allí veo de nuevo a Kristen Jacqueline, que está sentada al lado de la iglesia comiendo unos frutos secos y bebiendo un poco de agua. Me ofrece un poco de su comida y continuamos andando hacia Rabanal del Camino.

El camino sigue ascendiendo y resulta dificil seguir el ritmo de Kristen Jacqueline, que anda cada vez más deprisa. Me voy quedando rezagado y finalmente la dejo seguir y conti­nuo andando más despacio. A dos kilómetros de El Ganso aparece un bosquecillo de pinos al borde de la carretera. En lontonan­za, hacia la izquierda, se ve la cumbre nevada del monte Teleno, de más de dos mil metros de altura. Un poco más ade­lante hay un desvío de la carretera hacia Rabanal el Viejo. En esta zona se encuentra una mina de oro romana abandonada, llamada "La Fucarona". Esta explotación minera permitía la extracción del precioso metal por lavados sucesivos del mine­ral de hierro al que va asociado.

Cerca del desvío a Rabanal el Viejo hay un arroyo y un puente para poderlo pasar, que se llama Puente de Pañote. Después del puente la subida es más pronunciada, entre bosques  de encinas y robles. A la izquierda de la carretera hay un magnífico ejemplar de roble llamado "el Roble del Peregrino", sin duda centenario. Un poco más allá se llega a la ermita del Cristo de la Vera Cruz, junto a las primeras casas de Rabanal del Camino, en donde entra la carretera de Santa Colomba de Somoza.

El viajero entra en Rabanal por la carretera, dejan­do a la derecha la "sirga de los peregrinos", y continua hasta la plaza, en la que hay un albergue privado, que ofrece alo­jamiento por el módico precio de quinientas pesetas. El viaje­ro decide quedarse dado lo avanzado de la hora, y después de acondicionarse un poco se dispone a pasear y conocer el pue­blo. Busca una tienda para comprar provisiones para la etapa del día siguiente por los Montes de León.
                                       




Monte Teleno



Rabanal del Camino era el final de la novena etapa del "Codex Calistinus" de Aymeric Picaud. Fue una importante avanzada de los caballe­ros templa­rios, que desde su castillo de Ponferrada protegían a los caminantes a Santiago, en esta inhóspita zona, próxima al monte Irago. En Rabanal hizo estan­cia Felipe II en la famosa "Casa de las Cuatro Esquinas" cuando peregrinó a Com­postela. Casi todo el pueblo se articula alrededor de la su calle Mayor, que fue el camino de los peregrinos. En ella está la ermita de San José, del siglo XVIII con imágenes de Santa Bárbara, San José y Santiago, y el hospital de San Gregorio. El albergue "Gaucelmo" y la iglesia parroquial de Santa María están en la parte alta del pueblo, en una plaza recoleta. La iglesia de Santa María, de estilo románico leonés, del siglo XII, es una de las pocas que se conserva en tan buen estado. La basílica de los templarios debió estar adosada a esta iglesia.

Rabanal del Camino


El peregrino va cenar a un bar llamado del "Camino de Santiago, donde se puede tomar la típica "sopa del peregri­no", de gran remedio para la fatiga y los fríos de la zona. Es preciso alimentarse bien para soportar la dura etapa del día siguiente. Al salir del bar ya es de noche en Rabanal del Camino. El caminante se acerca de nuevo a la carretera y a la plaza del pueblo, donde está su albergue. Conversa un poco con algunos otros peregrinos y se acuesta hacia la medianoche.     








sábado, 25 de octubre de 2014

LA CASA DE LOS POETAS

La casa familiar de Juan y Leopoldo Panero, en Astorga, ha sido convertida en un centro cultural de lectura de poesía, una "casa de la poesía" que recuerda lo que Gerardo Diego denominó la Escuela de Poesía de Astorga.



Casa de los Panero (Astorga) 

La que fue la residencia durante varios meses al año de la familia Panero es un chalé del siglo XIX, junto a la catedral, con un jardín que da a tres calles. En un terreno de 1.800 metros cuadrados hay un inmueble de dos plantas de 500 metros cuadrados cada una.
  
Michi Panero, el hermano menor de los Panero, que vivió sus últimos años en Astorga, manifestó que sentía una gran ilusión por ver la casa familiar rehabilitada y relacionada institucionalmente con la Poesía.

Leopoldo Panero  nació en Astorga en 1909. Fue un poeta miembro de la Generación del 36, en la corriente de la Poesía arraigada de posguerra. Su hermano Juan Panero y sus hijos Juan Luis Panero  y Leopoldo María Panero también se dedicaron a la Poesía.                                      








Leopoldo Panero:

Luis Rosales ha definido la poesía de Leopoldo Panero:


«como un nuevo humanismo»


Los Panero en Astorga eran toda una institución. La confitería fundada por Juan Panero, abuelo del poeta, era algo así como el punto de cita y reunión de mucha gente en Astorga.


Leopoldo Panero se vio muy afectado al producirse la inesperada muerte de su hermano en un accidente de automóvil el 7 de agosto de 1937. Dedicó a su hermano un poema lleno de dolor donde recuerda en sus estrofas la infancia y adolescencia de los dos en las llanuras que circundan Astorga:


A ti, Juan Panero, mi hermano
mi compañero y mucho más;
a ti tan dulce y tan cercano;
a ti para siempre jamás.

A ti que fuiste reciamente
hecho de dolor como el roble;
siempre pura y alta la frente,
y la mirada limpia y noble;

a ti nacido en la costumbre
de ser bueno como la encina;
de ser como el agua en la cumbre,
que alegra el cauce y lo ilumina...



Juan Panero


La guerra civil produjo una situación difícil en la familia Panero, como en tantas otras. Leopoldo Panero en la época del segundo bienio republicano, había tenido refugiado en su casa a César Vallejo. Él, su padre y su hermano Juan eran republicanos y habían colaborado en la revista poética de Pablo Neruda.


Al final de la guerra estuvieron en la cárcel de San Marcos, en León. Se acusaba a Leopoldo de pertenecer al Socorro Rojo y de haber estado en Inglaterra al servicio de esta organización. Los sacó de la cárcel, a duras penas, la decisión de la madre, que acudió a Salamanca en busca de ayudas familiares, afines al gobierno nacional.


Años después parte de la familia se instaló durante largas temporadas en Madrid donde el poeta coincidiría en la tertulia del Café Lyon con Luis Rosales, Luis Felipe Vivanco, Gerardo Diego,… tertulia que se fundiría más tarde con la de Manuel Machado.


Manuel Machado estableció una academia literaria. En ella Panero se reveló como poeta. Fue en 1940 en el Museo de Arte Moderno. Con voz grave, Leopoldo Panero leyó el romance a Joaquina Márquez, un amor del poeta que había conocido en el hospital de tuberculosos de Guadarrama y que fallecería poco después:


¡Dejad que llene mis manos
de nieve para tocarla!
¡Dejad que sienta la muerte
como la lluvia en la cara!

Dejad la muerte conmigo;
la muerte rota en el alma.
Dejad volar mi alegría.
Dejad que vuele. Dejadla.


En el semanario El Español publicó en 1942 un artículo dedicado a Miguel de Unamuno, del que era gran admirador por su espíritu rebelde. Lo tituló “El paisaje salmantino en la poesía de Unamuno”. La soledad de la que nos habla Unamuno es la misma en la que se encuentra Panero:


Estoy solo, Señor, en la ribera
reverberante de dolor. Las nubes
se espacían, vastas, grises, mar adentro.
Entre el salado, vaho de los pinos
la luz en estupor de la distancia,
lo mismo que un barranco. Estoy yo solo.
Estoy solo, Señor. Respiro a ciegas
el olor virginal de tu palabra.
Y empiezo a comprender mi propia muerte
mi angustia original, mi dios salobre.
Crédulamente miro cada día
crecer la soledad tras las montañas.


El concepto de poesía de Leopoldo Panero se parece mucho al de Miguel de Unamuno y Antonio Machado, poeta éste que más influyó en su obra, según palabras del propio Panero.

Portada del "Canto Personal" (Leopoldo Panero)


El “Canto personal”  a Pablo Neruda, en contestación al Canto general del poeta chileno fue una obra discutida por unos y por otros, incluso objeto de las más malévolas descalificaciones.
Leopoldo Panero murió en su casa de Castrillo de las Piedras (Astorga) en 1962.
Bibliografía del autor
  • La estancia vacía (fragmento), Escorial, 1945.
  • Versos del Guadarrama. Poesía 1930–1939, M., Revista Fantasía, 1945.
  • Escrito a cada instante, M., Cultura Hispánica, 1949 (Premio Nacional de Literatura).
  • Canto personal. Carta perdida a Pablo Neruda, M., Cultura hispánica, 1953.
  • Poesía. 1932–1960, M., Cultura Hispánica, 1963 (Prólogo de Dámaso Alonso).
  • Obra completa, M., Edit. Nacional, 1973. ISBN 978-84-276-1119-1
















martes, 21 de octubre de 2014

PRODUCTOS ASTORGANOS: EL CHOCOLATE


“Espeso, dulce y caliente”, así dicen las tradiciones orales que era el chocolate a la taza que se elaboraba en la ciudad de Astorga desde el siglo XVII.



Elaboración del chocolate "a la taza"

Astorga vive hoy fundamentalmente del turismo y del pequeño comercio. Hay además algunas industrias alimentarias entre las que destaca la del chocolate, de gran importancia en otro tiempo y minoritaria en la actualidad.

Hernán Cortés  trajo  a  España el primer chocolate en 1520, alimento habitual en las culturas azteca y maya. A partir de esa fecha el monopolio español sobre el cacao produjo la aparición de obradores y fábricas en nuestro país.

No hay ningún estudio antropológico riguroso sobre la industria del chocolate en Astorga, pero todos los artículos y referencias publicadas apuntan tres causas fundamentales para su implantación en la ciudad:

  • El hecho de que fueran los arrieros maragatos los que dominaban el transporte de mercancías desde los puertos gallegos al interior de la península. Ello facilitaba el suministro de cacao a la ciudad así como el traslado posterior del chocolate ya elaborado.

  • La  ciudad  poseía  un  clima  frío  y  seco,  ideal  para el enfriamiento rápido del chocolate sobre el suelo, procedimiento que se utilizó para su producción hasta la aparición de las cámaras frigoríficas.
  • La tercera causa apuntada es que Astorga era capital de una diócesis muy extensa y densamente poblada, con un gran número de eclesiásticos y monasterios, muy dados al consumo de chocolate.


Pastillas de chocolate

El viajero que llegaba a Astorga en los años cincuenta se encontraba con una ciudad dedicada al dulce: el chocolate y las mantecadas. Su olor impregnaba el ambiente en los días todavía calurosos de otoño y primavera, un olor penetrante, como de algo quemado, que salía del suelo, al macerar el cacao para convertirlo en chocolate.

La ciudad estaba formada por tiendas, gentes que iban y venían, fábricas de chocolates, churrerías, mantecadas en las confiterías, y al fondo la Catedral y el Palacio episcopal. Al otro lado la Plaza de Santocildes y el Ayuntamiento.

En la Astorga de esta época, en la Cámara de Comercio se afiliaban hasta treinta y nueve fabricantes de chocolate, con residencia en la ciudad, y otros cuatro en San Justo de la Vega. La etapa más boyante del chocolate transcurrió entre los años cuarenta y sesenta, del pasado siglo XX. 

La tableta de chocolate inicial, la libra, pesaba 466 gramos, de ahí el nombre. Pero con los años la libra pasó a pesar 400 gramos, o 350, incluso 300 y hasta 250 gramos. Ahora mismo, en las fábricas astorganas las tabletas de chocolate se hacen de 300 o 400 gramos, en sus formatos más habituales.

EL MUSEO DEL CHOCOLATE


El Museo del Chocolate ofrece un recorrido por la historia de la industria chocolatera de la ciudad de Astorga desde el siglo XVII hasta la actualidad.

Está situado en la calle José María Goy, nº 5, desde el año 1994, en un edificio monográfico en el que se puede seguir la historia del cacao para su transformación en el prestigioso chocolate de la zona.

El origen de este museo especializado es una iniciativa del comerciante y coleccionista José Luis López García, que investigó la importancia del pasado y el presente de la industria chocolatera y su influencia en la historia de la ciudad. 


Interior del Museo del Chocolate

La sede actual del museo fue un almacén comercial del fundador, que tras varias reformas lo adaptó para acoger la amplia colección de utensilios de su propiedad, distribuida en cuatro salas. El ambiente recuerda a una casita de chocolate transmitiendo su espíritu dulce y acogedor.


En primer lugar se describe cómo era la elaboración primitiva del chocolate, que consistía en “elaboración a brazo”, un procedimiento manual y originario de las antiguas culturas precolombinas. Este método perduró a lo largo de 200 años, hasta la incorporación de las máquinas, surgiendo la “elaboración del chocolate a la piedra”.

 
La incorporación de máquinas al sistema productivo del chocolate, movidas inicialmente por la fuerza hidráulica y más tarde por la energía eléctrica, supuso una verdadera revolución que permitió aumentar la manufactura chocolatera.


Pueden verse tazas, platos, jicaras,… para tomar el chocolate, y la publicidad recopilada sobre el chocolate maragato y sus diferentes medios de difusión: colecciones de carteles, calendarios y almanaques, cromos, álbumes, cuentos, abanicos, y otros reclamos publicitarios de amplia difusión y aceptación: bandejas metálicas,  cajas litografiadas, juguetes,...


Cajas para chocolates y mantecadas de Astorga