Durante el siglo X aparecen las primeras referencias sobre el ermitaño Gaucelmo en esta zona del primitivo Reino de León. El primer acontecimiento del que se tiene constancia en este emplazamiento próximo al Puerto de Foncebadón fue el llamado concilio de el Monte Irago, celebrado en el año 946, en el que se trató de poner remedio a los robos y asesinatos que se cometían en el Camino de Santiago. A este concilio asistió el obispo Salomón, de la diócesis de Astorga, y el propio rey Ramiro II.
La documentación medieval existente permite conocer que hubo aquí un hospital y una iglesia a Santa Magdalena dependiente del hospital y de la iglesia de San Salvador. Posteriormente apareció una comunidad de eremitas que pasó a depender de la Junta de Astorga, dirigida por el Abad de Foncebadón, A pesar de las ruinas del lugar, fácilmente puede descubrirse su condición de lugar de peregrinación, al pasar por la calle del antiguo poblado.
Siguiendo el camino de Santiago, próximo a Foncebadón se encuentra la “Cruz de Ferro”, monumento emblemático, donde los peregrinos a través de los tiempos han ido depositando una piedra. Esta tradición es de de origen probablemente celta. En la época romana se llamaron Montes de Mercurio en honor del dios patrón de los caminantes.
La costumbre se cristianizó tras colocar el abad Gaucelmo la cruz original, hoy depositada en el Museo de los Caminos de Astorga (Palacio de Gaudi). Los segadores gallegos en su paso hacia Castilla, donde iban a trabajar, continuaron con la tradición depositando una piedra a su paso. Esta altitud marca la separación entre
Foncebadón y
Antiguos y famosos peregrinos como: Aymeric Picaud, Kunig von Vach, Arnold von Harff y Domenico Laffi han descrito en sus viajes a Compostela esta “Cruz de Hierro” y su ubicación en las proximidades del monte Irago.
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