martes, 11 de noviembre de 2014

LOS MONTES DE LEÓN

 POR LOS MONTES DE LEÓN


Salida de Rabanal del Camino. Ascensión al Monte Irago. Foncebadón. La "Cruz de Hierro". Descenso a Manja­rín. El Monte Teleno. Un curioso refugio de peregrinos. Por los senderos de Manjarín. Base militar. Descenso a El Acebo. Compludo. Riego de Ambrós. Camino de Molinaseca. El río Meruelo. Descanso en Molinaseca. Camino de Ponferrada.




El viajero se levanta temprano y con las primeras luces del día, después de tomar café con otros peregrinos, sale de Rabanal del Camino por la calle Mayor del pueblo. Pasadas las últimas casas encuentra a unas extrañas peregri­nas, dos niñas pequeñas, acompañadas de su madre, que lleva un gato atado con una cuerda larga. El viajero piensa que no podrán llegar muy lejos, en una etapa tan difícil por los Montes de León, pero quizá se equivoca.




El camino sale a la carretera a setecien­tos metros del pueblo, e inicia una subida, cada vez más pendien­te, entre retamas y brezos. El viajero, mientras cami­na, va pensando en las numerosas leyendas sobre el Camino de Santia­go, que ha leído últimamente, y en la historia del monje Gaucelmo, que vivió en estos parajes inhóspitos. Le impresio­nan estas sole­dades y siente la preocupación y el miedo de los asaltos a los pere­grinos por los bandoleros de antaño. La mañana está toda­vía fresca. Sigue subiendo a buen paso, y no encuentra ningún caminante en todo el trayecto.



                  
Las casas de Foncebadón aparecen en un desvío de la carretera. El camino discurre por el centro del deshabitado pueblo, entre las ruinas de las casas, con las techumbres hundidas y las ventanas destartaladas. En una pequeña plaza hay un crucero y una iglesia, de la que se conservan las campanas colgadas de la espadaña. Foncebadón fue una localidad importante, en el Camino de Santiago, durante la Edad Media. A finales del siglo XI el monje Gaucelmo fundó un hospital y un albergue para los peregrinos que cruzaban por estos parajes. Alfonso VI concedió el señorio del lugar a Gaucelmo, hasta el año 1106 en que fue traspasado al obispado de Astorga. Hubo aquí una comunidad de ermitaños y dos iglesias, una dedicada a Santa María Magdalena, y otra a San Salvador de Irago. Fonce­badón era el último pueblo de la Maragatería en el Camino de Santiago, antes de entrar en los valles del Bierzo.



El peregrino encuentra a la salida de Foncebadón a cuatro caminantes madrileñas, y continúa subiendo con ellas hasta la "Cruz de Hierro", que se encuentra en la linea divi­soria de las aguas del Monte Irago, en el collado de las Encruciadas, llamado también Puerto de Foncebadón. La "Cruz de Hierro" está colocada sobre un montón de piedras de cinco metros de altura. Se cree que fue el propio Gaucelmo el que puso la cruz para que sirviera de indicador del camino durante los nevados inviernos. Hay una tradición por la que cada peregrino deja allí una piedra traída desde algún lugar ante­rior del camino. Los segadores gallegos que venían antiguamen­te a Castilla para las labores agrícolas del verano tam­bién tenían costumbre de dejar una piedra en este lugar. En la época romana había aquí un altar al dios Mercurio, protector de los caminanes.   






En la explanada de la "Cruz de Hierro" hay unos tenderetes ambulantes con piedras de cierto valor geológico, y collares y baratijas, además de otros enseres típicos de los peregrinos a Santiago de Compostela, como "bordones" y "biei­ras". El caminante se para un poco para descansar después de la subida y para tomar un pequeño desayuno sólido. Las chicas madrileñas están sacando fotografías y se quedan en la expla­nada un buen rato mientras él continúa hacia Manjarín en un descenso prolonga­do. El Monte Teleno se divisa hacia la iz­quierda de la carretera, nevado, incluso en esta época del año. Mas allá están los Montes Aquilanos, que llegan, en sus últimas estribaciones hasta Ponferrada.




En Manjarín hay unas pocas casas habitadas. Son vaquerizas con establos adosados a las casas. Un curioso refugio, junto a la carretera, da hospitalidad a los peregri­nos. Se puede tomar un café, contenido en unos termos gran­des, y sentarse un poco a la sombra de un emparrado. Un cartel sugie­re una aporta­ción económica voluntaria para poder seguir aten­dien­do a otros caminantes. El "hospitalero", buen conoce­dor de de la zona, sugiere al viajero continuar el camino por unos senderos que bordean la carretera, entre fincas con empaliza­das para impedir la salida del ganado vacuno que pasta libre por las praderías. Hay una fuente con agua muy fresca, a los dos lados de la valla, mitad en el camino y mitad en la finca, para poder abrevar las vacas.




Unos kilómetros más adelante se inicia de nuevo el ascenso hasta un collado, que es el "techo" del Camino de Santiago desde Roncesvalles. Un desvío a la derecha lleva a una Base Militar, en la parte más alta de la montaña. La carretera y el camino bordean por la izquierda la zona monta­ñosa y comienzan el descenso hacia el valle del río Carracedo, donde se encuentra la bella localidad de El Acebo. El caminan­te baja por unas sendas sinuosas acompañado por otros peregri­nos a caballo, que tienen muchas dificultades en los últimos tramos de la bajada al pueblo.








El Acebo tiene unas pintorescas casas con la típica arquitectura del Bierzo, con solanas, escaleras exteriores y tejados de pizarra. En el mesón, del mismo nombre que el pueblo, se ofrece a los caminantes tapas, raciones y platos de la región a un precio asequible, aunque han subido mucho los precios en este año compostelano. A la salida de la localidad hay una ermita de aspecto rústico, junto al cementerio, y un monumento erigido en honor de Henrich Krause, peregrino alemán muerto en este lugar. Se despeñó en los abismos de la zona cuando circulaba en bicicleta por esta carretera. El monumento está formado por una bicicleta, un bordón y una calabaza sobre un pedestal de piedra. El viajero se cruza con unos peregrinos holandeses, a los que no entiende más que su deseo de pernoc­tar en El Acebo, y que le preguntan por un albergue o por otro alojamiento.




En otro tiempo, los habitantes de El Acebo quedaron liberados de pagar tributos a la Hacienda Real por el servicio de colocar estacas de madera que permitieran ver el camino, en los días nevados del invierno, a los peregrinos que pasaran por aquí. En la iglesia parroquial de San Miguel hay una talla de Santiago Peregrino, en piedra polícroma, que no tiene algunos de los atributos tradicio­nales jaco­beos, aunque lleva una hermosa túnica decorada con "flores de lis", que también relaciona el "Codex Calistinus" con los símbolos de Santiago.




Bajando hacia Riego de Ambrós, a la izquierda de la carretera hay un desvío muy empinado, hacia el fondo del valle, donde cinco kilómetros más abajo se encuentra Compludo. En este lugar fundó San Fructuoso, en el siglo VII, un monas­terio consagrado a los Santos Justo y Pastor, naturales de Alcalá de Henares, la antigua "Complutum" romana. Fue una de los primeros cenobios de la época visigoda, que produjo en esta zona del Bierzo un gran desarrollo de la vida eremita y monacal. Muy cerca del pueblo está la famosa "ferrería" medie­val, accionada por agua del río Carracedo. La Herrería de Compludo es Monumento Nacio­nal. Se conserva en buen estado y en funcio­namiento por el antiguo procedimiento de martinete hidráulico.




El viajero llega a Riego de Ambrós por un camino que se desvía de la carretera por su lado izquierdo. Es un pueblo de aspecto fuertemente rural, que tiene una iglesia dedicada a la Magdalena y una pequeña ermita bajo la advocación de San Fabián. A la entrada del pueblo está la fuente de San Sebas­tián, donde el viajero bebe un poco de agua. Desde la plaza se baja hacia el valle del arroyo Prado Mangas, que está rodeado de árboles de agradable sombra, en estas horas calurosas del mediodía. Junto al arroyo hay un antiguo y enorme castaño, y poco más adelante, cerca del río Meruelo, en el que desagua el arroyo Prado Mangas, una curiosa casa hexago­nal.




Poco más adelante se encuentra de nuevo la carrete­ra, que puede cru­zarse, y seguir por el valle hasta tres kilóme­tros más abajo. Se pasa por un camino bien indicado entre enci­nas, chopos, jaras y otros restos de monte bajo, que han pere­cido por efecto de un fuego reciente. El viajero alcanza en este descenso hacia el río de la Pretadura a otros peregrinos que llevan caminando desde las cinco de la mañana. Continúa adelante y sale finalmente a la carretera muy cerca de Molinaseca.





Aparecen las primeras casas de Molinaseca, localidad del bajo Bierzo, que se encuentra junto al río Meruelo. Al principio del pueblo está la capilla de la Virgen de las Angustias, de estilo barroco, adosada a la ladera del monte. Al llegar al río pasamos por un puente románico, llamado "Puente de los Peregrinos", que conduce a la calle Real, donde se concentra la actividad comercial y de servicios del pueblo. Desde el puente se ve un hermoso panorama del conjunto urbano. En la ribera del río algunos peregrinos se lavan los pies y se meten en las frescas aguas. Ha sido un camino muy duro y hace calor a esa hora del mediodía. En el césped de una pequeña plaza próxima al río hay mucha gente tumbada. Se respira un ambiente veraniego que invita al descanso.




W. Starkie ha definido Molinaseca como: "un pequeño oasis en un viaje temible". El viajero se quedaría en Molina­seca a pasar la tarde si no le esperasen en Ponferrada. Entra en un bar para tomar una bebida y no se queda más que el tiempo imprescindible. Al salir encuentra a Kristen Jacqueline que está en una de las terrazas de la plaza con otros peregri­nos de su país. Continúa por la calle Real, llamada también "Calle de los Peregrinos", en la que hay casas con tejados de pizarra y solanas de madera, con muchas flores. Hay casonas barrocas, con blasones y torreones adosados. Todavía puede verse el antiguo hospital de los peregrinos frente el conocido crucero de granito. Algunos bares y hostales completan la calle Real.







Molinaseca tiene el templo de San Nicolás, de estilo neoclásico, con una talla de San Roque Peregrino, y un moderno albergue en el comienzo de la carretera de Ponferrada. En esta zona debió estar ubicada "Interamnium Flavium", ciudad romana construida en honor del emperador Vespasiano, que se encontra­ba en la ruta de Astorga a Braga, antes de pasar al actual territo­rio de Portugal.




El viajero toma la carretera de Ponferrada, que está en obras de asfaltado, lo que produce un fuerte calor a estas horas de la tarde. Al pasar por primera vez el río Boeza, que rodea Ponferrada antes de confluir en el Sil, se ve este nudo fabril, capital industrial del Bierzo. Desde esta zona se observa el vapor de agua de la central térmica de Composti­lla, muy cercana a Ponferrada. El viajero sigue las instruc­ciones gráficas del Camino de Santiago y se desvía hacia Campo de Ponferrada, localidad próxima al río Boeza. Pasa por una fuente y por la ermita de San Roque y desciende hacia el "Puente Mascarón", cruzando de nuevo el río Boeza y entrando en Ponferrada por la carre­tera de Orense, en la zona sur de la ciudad. Por las calles del Hospital y de Salinas llega a la plaza del Temple, y por la calle del Comendador a la basílica de Nuestra Señora de la Encina, patrona del Bierzo, muy cerca del Castillo de los Templarios y de la zona más céntrica de la ciudad, donde se encuentra el antiguo albergue de peregrinos.






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