miércoles, 14 de enero de 2015

HACIA TRIACASTELA Y SAMOS



Salida de "O Poio". Fonfría del Camino. Biduedo. Los montes de Albela. Filloval. "As Pasantes". Ramil. Triacastela. Histo­ria de Triacastela. Monumentos de Triacastela. Los dos cami­nos. Hacia Samos. "San Cristobo do Real". Lusio. Ren­che."San Marti­ño do Real". El Monasterio de Samos. El alber­gue de peregri­nos. Historia del Monasterio. Visita al Monaste­rio. Por las calles de Samos.


Los peregrinos se levantan pronto esa mañana en el alto de "O Poio". Han dormido bien. Toman un abundante desayu­no, y con el sol empezando a levantar por las montañas de "O Cebreiro" inician el descenso a Triacastela. Tres kilómetros más adelante llegan a Fonfría, que se llamó "Fonfría do Cami­ño". El nombre de la localidad se debe a una fuente que brota junto a la iglesia, y que era el único lugar donde podían quitarse la sed los peregrinos.


El camino pasa por medio del poblado. Fonfría se encuentra todavía en la zona más alta de la sierra de Rañadoiro, a 1290 metros de altitud, poco menos de cincuenta que el monte de "O Poio". Hay algunos tractores en Fonfría, y varias instalaciones ganaderas. Más que en los pueblos anteriores.

Iglesia de Fonfría

La iglesia, de rústica mampos­tería de piedra, está dedi­cada a San Juan, y tiene una esbelta espadaña restaurada hace poco tiempo. En su interior  hay un retablo del siglo XVIII. En Fonfría hubo un hospital de pere­grinos hasta el siglo pasa­do, llamado de Santa Catalina, que depen­día del convento del "Santi Spiritus" de Melide. Aún se con­serva en esta villa un cáliz de plata con una inscripción que indica la proceden­cia del Hospital de Fonfría.


Algunos historiadores han citado Fonfría como el lugar donde pernoctó Isabel la Católi­ca, en su viaje a Santiago de Compostela, aunque otros consi­deran que fue Triacastela. Cerca de Fonfría hay un gran bosque de ro­bles, abedules y acebos, antecedente de los que van a ir apare­ciendo según vamos descendiendo hacia el va­lle.


Un poco más adelante se entra en el "concello" de Triacastela, y el desnivel se va haciendo cada vez mayor. Se sigue un camino peatonal que atraviesa el llamado "Campo del Furco". El "furco" es una medida de longitud de la zona rural gallega, equivalente a catorce centímetros o a la sexta parte de una "vara".

Poco después se pasa por Biduedo, que significa en lengua gallega "bosque de abedules". También hay fresnos, ro­bles y castaños, que forman una vegetación cada vez más exube­rante.

Ermita de Biduedo

En Biduedo hay una pequeña ermita dedicada a San Pedro, situada junto al mismo camino a Compostela. Es una construc­ción de pizarra y piedra caliza, con una planta rectangular y un sencillo retablo en el interior. Esta ermita perteneció a  la Encomienda de San Juan de Jerusalén.


Por estos caminos pasaron las legiones romanas, Almanzor y los primitivos peregrinos jacobeos. También lo hi­cieron los soldados de Napoleón y los arrieros maragatos. Es por ello un camino muy cargado de historia.


Desde aquí pueden verse los montes de Albela, y las antiguas canteras donde los peregrinos recogían una piedra caliza, que transportaban hasta los hornos de Castañeda, para contribuir con su esfuerzo personal a la construción de la basílica de Compostela. Así lo cuenta Aymeric Picaud en el "Codice Calix­tinus", en la etapa de Triacastela. Actualmente se saca cemen­to de la cantera. Frente a los montes de Albela, al otro lado de la carretera está la sierra de Oribio, donde nace el río del mismo nombre, que pasa por Samos y Sarria.


El camino cruza otra vez la carretera en Filloval. Estamos ya a menos de mil metros de altitud, y se va notando el efecto de la mayor vegetación en la suavidad del clima. Hay unas pocas casas junto a la carretera. Muy cerca está "As Pasantes", que es un poblado algo mayor que Filloval, pero sin ningún tipo de bares, ni de otros servicios de utilidad a los peregrinos. Hay una capilla dedicada a Nuestra Señora de los Dolores.

Hacia Triacastela

Más adelante el camino se convierte en una "corredoi­ra" ligeramente embarrada, que puede ser intransitable en los meses de mayor humedad. Entre castaños centenarios, por sende­ros cada vez más sombreados se llega a Ramil, en las inmedia­ciones de Triacastela. Algu-nas casas de Ramil tienen escudos nobilia­rios en sus paredes, muestra de un pasado más importan­te. Quizá fue Ramil la "villa de Ranimiro", citada como feudo del Monaste­rio de San Pedro y San Pablo de Triacastela.



En Triacastela se entra por la "Rua do Peregrinos", que cruza el pueblo casi totalmente, hasta la Plaza del Conce­jo, donde está la bifurcación del camino por Samos o por San Xil. Triacastela era la villa de los tres castros, poblados celtas del siglo I de nuestra era. Fue fundada por el conde Gatón, señor del Bierzo, en el siglo IX.


La iglesia parro­quial, dedicada a Santiago, es el siglo XVIII. En una de sus piedras puede leerse "año 1791", que es el de su restauración. La iglesia primitiva era de estilo románico, y de ella sola­mente se conserva un ábside rectangular con cuatro cornisas. En el interior hay una imagen del Apóstol en el retablo del altar mayor, con aspecto de peregrino.

Torre de la Iglesia de Triacastela

En la Edad Media se ofrecían en Triacastela todo tipo de servicios a los caminan­tes a Santiago: buen vino y compañía femenina, alojamiento en el lugar y al llegar a Compostela, reliquias de todos los santos, y todo tipo de mediación en milagros y supercherías. Todo se vendía y todo se compraba. El comercio florecía alrede­dor del Camino de Santia­go.

Triacastela está en el centro de una comarca de gran pro­duc­ción agrícola y ganadera. Tiene una feria mensual, y en sus montes se pueden cazar perdices, codornices y conejos. Ya se citaban estos lugares en el céle­bre "Libro de la Monte­ría", desde la época de Alfonso XI, en el siglo XIV. También se pueden pescar grandes cantidades de truchas en el río Oribio.


Donde estaba uno de los hospitales está ahora Correos y una sede del BBVA, la antigua Caja Postal. A la salida del pueblo, en el camino de Sarria, está el Monumento al Peregrino. Es un gran pedestal con una pequeña estatua erigida con motivo del "Año Santo Compostelano de 1965".

En Triacastela, Beatriz y el viajero se solazan un rato con el sol del mediodía, y toman un refresco en un bar próximo a la Plaza del Concejo, mientras Esther y Teresa pasan por un ambulatorio médico y por una farmacia. Por estos pequeños pueblos de la Galicia rural no se encuentran estos servicios fácilmente.


Triacastela se cita por primera vez en un documento de la época de los visigodos, durante el reinado de Wamba. La reconstrucción después de la invasión árabe se debe a Alfon­so IX, que quiso que fuera una de las ciudades más importantes de sus dominios.

En esta villa, por la que pasó muchas veces a lo largo de su reinado, enfermó gravemente en el año 1230, y murió poco después en Sarria. En Triacastela estuvieron los Reyes Católicos en 1486, en su peregrinación a Santiago de Compostela. Carlos I pasó por la ciudad en 1520, camino de las Cortes de Coruña, y Felipe II en 1554, en visita de conoci­miento de estas tierras gallegas.


Puede verse en la "Rua do Peregrino" la "Casa Pe­dreira", antiguo Hospital de la Condesa, con una puerta con arco de medio punto y anchas dovelas. El "Mesón do Ponte", que fue una herrería, está en la salida del camino hacia San Xil.


En lo que fueron dependencias de otro hospital de peregrinos, que también fue cárcel, pueden verse todavía los "grafitti" pintados por los reos. Decidimos acercarnos a Samos, aunque el camino por este lugar es un poco más largo que por San Xil.


Al salir de Triacastela se sigue por el arcén de la carretera que va a Sarria, por el valle del río Oribio, entre altas montañas y verdes arboledas. A unos dos kilómetros se pasa por el desfiladero de "Peña Partida". Se han encontrado en esta zona restos de la antigua calzada romana.

Un poco más adelante las flechas amarillas indican el desvío del camino de la carretera de Samos y Sarria por una "corredoira" que atraviesa la aldea de "San Cristobo do Real", en la que hay una pequeña iglesia románica.

Pazo de Lusio

En "San Cristobo do Real" está el pazo de Lusio. En la "Casa Grande" del pazo nació Vicente Vázquez Queipo de Llano en 1804, el introductor en España de las "tablas de logarit­mos". Fue físico, matemático, jurista, procurador en Cuba, diputado y político relevante del siglo XIX.


El río pasa junto a las casas de "San Cristobo". El paisaje tiene un fuerte color verde, a pesar de los calores del verano, que van aumentando según avanza el mediodía.


El valle se amplía en las proximidades de Renche, con prados donde pasta un abundante ganado vacuno. Estamos entrando en la vega de Samos, que llega hasta "Ponte Nova". Los peregrinos pasan después por "San Martiño do Real", que también tiene un templo románico.

Una carretera conduce al "Parque Natural de Louzara", en las estribaciones de de la sierra del Caurel. Antes de llegar a Samos se encuentra la "Capilla del Ciprés", que ha sido citada por el poeta Ramón Cabanillas, cantor del Monasterio de Samos en un hermoso libro en verso, en lengua gallega.  

Monasterio de Samos

Desde un recodo del camino se descubre la célebre abadía de Samos, rodeada de verdes arboledas y de las viejas casas de la localidad. Antes de visitar el Monasterio, el viajero y sus acompañantes comen en un restaurante al borde de la carretera una buena sopa de pescado y mariscos y una carne de ternera bien cuidada en las praderas de la provincia.

Des­pués de comer se acercan al albergue de peregrinos, que han abierto en una de las dependencias laterales del Monaste­rio. Les recibe el "hospitalero" y dos de sus ayudantes, que les ofrecen un lavado de pies en unos baldes, con agua fresca, romero y algo de vinagre, que produce un descanso paulatino de las fatigadas extremidades.


En la enfermería del albergue se pueden curar las habituales ampollas que acompañan a los caminantes. En esta parte avanzada del Camino algunos peregrinos llegan con pro­blemas del aparato locomotor de mayor gravedad que las llagas de los pies.


Un médico suele pasar por el albergue al final de la tarde para tratar los casos de "tendinitis", y sugerir un descanso más prolongado a los impacientes caminantes. Después de aposentarnos en las literas del albergue, y de asearnos y cambiarnos de ropa, salimos a visitar el Monasterio y el pueblo.

Vista nocturna del Monasterio

El Monasterio de Samos es uno de los más antiguos de Galicia. Está dedicado a los santos Julián y Basilisa, márti­res en Antioquía. Su primera construcción se remonta al siglo VI, cuando los suevos dominaban esta tierra. Una lápida, llama­da de Ermefredo, que fue encontrada en el año 1753, corrobora esta antigüedad.


Por aquí pasaron los árabes, en la conquista musulmana de las tierras de Lugo. La reconquista cristiana fue realizada por Alfonso II el Casto, que habitó algunos años en Samos. En esta etapa medieval, época de gran fervor religioso, el pequeño cenobio inicial prosperó mucho con las donaciones particulares, alcanzando a tener propiedades en casi todo el territorio gallego.


Durante la Edad Moderna perteneció a la Congregación de Valladolid. En el año 1533 sufrió un devastador incendio. En este tiempo fue Colegio de Filosofía, y se construyó el claustro gótico. En el siglo XVII tres monjes de Samos llega­ron a ser obispos.


El siglo XVIII fue una época de auge cultu­ral y económico. El Padre Feijoo y el Padre Sarmiento fueron sus figuras más relevantes. Se construyó la iglesia actual, el claustro grande y la fuente de las Nereidas en el claustro gótico. Fue muy conocida y bien valorada la botica del Monasterio.

Estatua del Padre Feijoo

En el siglo XIX se produjo el ocaso de la vida monacal. Los ejércitos de Napoleón invadieron la zona, y Samos fue utilizado como hospital militar. La exclaustración de los monjes y la posterior desamortización de sus posesiones tuvo lugar en el año 1820. Los monjes benedictinos volvieron a Samos en 1880.

Ya en el siglo XX sufrió una inundación el año 1909, y el paso de la peste en 1918. Fue Preceptoría de Latín y Humanidades posteriormente. El abad Mauro Gómez Pereira reconstruyó el Monasterio en el año 1960, después del último incendio de 1951, dejándolo tal como se encuentra actualmente.


El edificio actual es de estilos arquitectónicos renacentista y barroco. La iglesia tiene un frontispicio neoclásico, con imágenes de San Benito, San Julián y Santa Basilisa. El interior tiene planta rectangular y bóvedas de medio punto. En el momento de entrar en la iglesia se están celebrando oficios religiosos. Varios monjes cantan en el coro. El órgano y el "canto gregoriano" resuenan en las pare­des de la iglesia. Al día siguiente por la mañana habrá una misa cantada a la que se invita a todos los asistentes que lo deseen.


Los peregrinos salen de la iglesia y visitan el resto del Monasterio. El claustro grande, llamado también de Feijoo, en honor del célebre religioso, tiene una estatua del monje en su zona central. Fue construido en el siglo XVII, en un estilo de transición del Renacimiento al Barroco.

El claus­tro gótico, o de las Nereidas, es llamado así por la fuente central, con cuatro ninfas en piedra, que fueron consideradas demasiado atrevidas para su tiempo, 1713, año de su construc­ción. Hay dificultad de acceso a la sacristía, al refectorio, y a la zona alta de la hospedería, donde hay un mural sobre la vida de San Benito.


Los peregrinos deambulan por la villa de Samos, y se toman unas tapas, algo más ligeras que la comida del mediodía, en uno de los bares de la localidad. Cuando se acercan al Monasterio no pueden dejar de pensar en el Padre Feijoo, que profesó en Samos, y vivió allí y en otros colegios de la congregación. Fue cate­drático de Filosofía en la ciudad de Oviedo. Escribió un “Teatro Crítico Universal” y unas “Cartas Eruditas”, y fue una figura relevante del neoclasicismo litera­rio de la época, y de la cultura  gallega y españo­la.



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