jueves, 31 de julio de 2014

BIBLIOGRAFIA; VILLALÓN Y SAHAGÚN

DE MEDINA DE RIOSECO A VILLALON DE CAMPOS.

- La villa de Berrueces: datos de su historia. José María Delgado Prieto. Editora Provincial. Valladolid. 1999.

- El libro de Cuenca de Campos: apuntes geográfico-históri­cos acerca de dicha villa. Andrés Pérez García. Ediciones de la Institución Cultu­ral Simancas. Valladolid. 1983.

- Una etapa de la vida municipal de Villalón. Teógenes Pardo Mozo. Ayuntamiento de Villalón de Campos. Valladolid. 1977.

- Villalón de Campos: historia y fama. Juan Antonio Agúndez Ponce. Diputación Provincial de Valladolid. Valladolid.  2000.








El Rollo de Villalón

DE VILLALON DE CAMPOS A SAHAGUN.

- Santervás de Campos: la "Villa Citti" mozárabe. Juan Antonio Agúndez Ponce. Diputación Provincial de Valladolid. Valladolid. 1994.

- Villada en Tierra de Campos: historia, economía y costumbres. Angel Casas Diez. Diputación Provincial de Palencia. 1976.

- Grajal de Campos. Juan Pastrana García. León. 1976.

- De ayer a hoy: historia de Grajal de Campos. Jesús Guerrero Hierro. Gráficas Celarayn. León. 1993.

- Grajal de Campos, silueta múltiple. Albano García Abad. Ediciones Lancia. León. 1993.






Grajal de Campos

- Artecampos: proyecto europeo. Junta de Castilla y León, Ministerio de Educación y Cultura, Secretaria de Estado de  Cultura. Artecampos. 1997.

SAHAGÚN DE CAMPOS

- El monasterio y la villa de Sahagún en el Antiguo Régimen: Un estudio socioeconómico. Luis Miguel Bajo de Castro. Insti­tución Fray Bernardino de Sahagún. León. 1985. 

- Crónicas anónimas de Sahagún. Antoni Ubieto Arteta. Editorial Anubar. Zaragoza. 1987.

- El monasterio de los santos Facundo y Primitivo de Sahagún:  estudio de los aspectos artísticos. María del Pilar Sánchez Pérez. Ayuntamiento de Sahagún. 1993.

- Sahagún: tierra leonesa. Juan Pastrana García. Gráficas Santamarta.  Sahagún. 1993.

- Sahagún, monasterio y villa. Juan Manuel Cuenca Colomo. Estudio Agustiniano. Valladolid. 1993.

- Los judios en Sahagún en la transición del siglo XIV al XV. Evelino Martínez Liébana. Consejería de Cultura y Turismo.  Valladolid. 1993.

- Monografía histórica de Sahagún y breve noticia de sus hijos ilustres. Wilibaldo Fernández Luna. Gráficas Santamarta.  Sahagún. 1999.














Iglesia de San Lorenzo (Sahagún)

martes, 29 de julio de 2014

A MANSILLA DE LAS MULAS

7. CAMINO DE MANSILLA DE LAS MULAS


Salida de Sahagún. Calzada del Coto. La Vía Trajana y el Real Camino Francés. El Páramo leonés. Bercianos del Camino. La autopista del Camino1 de Santiago. El Burgo Rane­ro. Descanso en el albergue. Camino de Villa­marco. Reliegos. Una legua castellana. Llegada a Mansilla de las Mulas.


A las cinco de la mañana se despierta el albergue del Camino de Santiago. Poco a poco se van levantando los peregrinos y salen despacio con la mochila al hombro. Hay que aprovechar las primeras horas de la mañana y evitar el intenso calor del mediodía. Este año hay tantos caminantes que los albergues se llenan demasiado pronto. Se produce una verdadera competición por llegar lo antes posible al siguiente albergue y para ello se sale cada vez más temprano.


En la oscuridad de la zona de literas no logro ver nada en mi reloj. Solamente hay luz en los aseos y cocinas. Pregun­to a mi vecino de cama la hora que es. Son las cinco y me­dia. -me dice- Decido esperar descansando un poco tiempo más, aunque es difícil seguir durmiendo por los inevitables ruidos que se hacen al colocar todos los utensilios en las mochilas. Cuando me levanto ya está casi vacío el albergue.


Salgo de la Iglesia de la Trinidad a las siete de la mañana junto a dos peregrinos franceses. Hace frío a esta hora. Vuelvo a pasar por la calle de la Herrería, la calle de San Juan y la avenida de la Constitución hasta la plaza Mayor. Entro en un bar que está abierto, en el que hay otros dos o tres peregri­nos y la patrulla de la Guardia Civil, para tomar café. La televisión da las primeras noticias y el parte meteo­rológico. Volverá a hacer calor durante todo el día de hoy.

Arco de San Benito

Desde la plaza Mayor, por las calles de Flora Flórez y de San Tirso, se vuelve a pasar por el arco de San Benito. Está empezando a clarear por la parte de atrás de la ciudad cuando el peregrino cruza el río Cea por el "Puente de Canto". Muy cerca queda el antiguo puente romano y el "Prado de las Lanzas de Carlomagno", convertido en una hermosa chopera. Más adelante se pasa por el campo de futbol y por un "camping" espe­cialmente acondicionado para ciclistas, donde ondean las banderas de la Comunidad de Castilla-León.


El Monasterio de la Peregrina es la última vista de Sahagún antes de llegar a la carretera de circunvalación de la ciudad, que hay que pasar a través de un túnel por debajo de ella. Por el arcén de la carretera se llega en una hora a Calzada del Coto, localidad que dependió desde el siglo X del Monasterio de Sahagún, y que en documentos primitivos se llamó "Villa Zacharias".











Calzada del Coto

Antes de llegar a Calzada del Coto el caminante se vuelve a encontrar a los dos peregrinos franceses que habían s­alido de Sahagún antes que él, porque no se habían parado a tomar café. Están tomando un ligero refrigerio senta­dos en un banco del "andadero arbolado". Desde Calzada del Coto se puede seguir la calzada romana (Vía Trajana), que se inicia en la calle Mayor del pueblo, pasando por Valdelocajos y Calzadilla de los Hermanos, o recorrer el Real Camino Fran­cés, a través de Bercianos y de El Burgo Ranero. El caminante prefiere ir por esta segunda ruta, más transitada actualmente. No es nece­sario entrar en Calzada del Coto y puede seguirse el "andadero arbolado", que ha habilitado la Junta de Castilla y León en 1991.



El sol está subiendo sobre el horizonte y empieza a mitigar el frío de la mañana. Estamos en el Páramo leonés, una zona inhóspita, muy fría en invierno y muy calurosa en verano. Cerca del "andadero" discurre la nueva Autopista del Camino de Santiago. Antes de llegar a Bercianos se encuentra la ermita de Nuestra Señora de Perales, de gran devoción por estas tierras, y la granja de San Esteban. El caminante llega a Bercianos a las nueve de la mañana. No hay ningún indicio de vida en la localidad, más que unos coches aparcados en la calle principal, que curiosamente tienen casi todos matrícula de las provincias catalanas. Es una prueba de la masiva emi­gración a Cataluña de los habitantes del lugar y de su vuelta a la zona de origen durante los meses de verano para pasar las vacaciones. Ninguna tienda ha abierto todavía. Bercianos parece un pueblo del oeste americano con sus casas de "adobe y tapial". Solamente la iglesia parroquial del Salvador destaca de las demás construcciones en lo alto de una loma, a la salida de la localidad.


Según avanza la mañana el caminante se dirige al Burgo Ranero. En esta zona, en el paraje conocido como "pago del Cimajo", debió ocurrir el suceso de los lobos que habían atacado a un indefenso peregrino, quizá muerto de frío, citado por el viajero italiano Domenico Laffi. No es el caso en estos tiempos en que casi está extinguida la espe­cie en el territo­rio. Las torres del tendido eléctrico y del silo del Burgo Ranero sirven de indicadores del camino. Alrededor de las once de la mañana se vuelve a aproximar el "andadero" a la Autopis­ta del Camino de Santiago. Las primeras casas del Burgo Ranero aparecen después de cruzar la Autopista. Antes de llegar a ellas se adelanta a dos peregrinos que avanzan muy lentamente. Son el vecino de litera del albergue de Sahagún y su hija, que tienen los pies muy doloridos y piensan quedarse en el Burgo Ranero, a pesar de lo temprano de la hora.


Iglesia del Burgo Ranero

El viajero recorre la calle principal del Burgo Ranero, hasta la plaza y la iglesia de San Pedro. Esta locali­dad aparece mencionada en 1126 en la documentación del Monas­terio de Sahagún. En 1386 pasó a depender del Monasterio de Gradefes. Laffi ha descrito la vida de los habitantes del Burgo Ranero, en su viaje por la zona en 1673, dedicados al pastoreo y viviendo en humildes "pallozas" con techos de paja. En honor a este clérigo italiano el albergue de la localidad lleva el nombre de "Domenico Laffi".


El peregrino llega al albergue y no encuentra a nadie en su interior. Encima de un pequeño mostrador está el sello y una indicación escrita de que pueden sellar el "carnet de ruta" los propios peregrinos. Decide descansar un poco y lavarse los pies. Pasado un pequeño rato llegan otros peregri­nos: Toni, un catalán, que viene desde Roncesvalles, y Arantxa y su padre, a los que ha pasado al entrar en el Burgo Ranero. El padre de Arantxa ha recorrido, anteriormente, en cuatro oca­siones el Camino de Santiago.


Son las doce del mediodía. El caminante toma un café en un bar próximo al albergue y se aprovisiona de comida para recorrer la distancia hasta el siguiente pueblo que está a más de doce kilómetros. Arantxa y su padre se quedan a descansar en el Burgo Ranero y el viajero, en compañía de Toni, continúa por el "andadero", a buen ritmo, camino de Villamarco. Toni es joven, deportista, y aunque va muy cargado es muy difícil seguirle. En esta ruta hay muchos lugares de descanso para los peregrinos: bancos y mesas para comer debajo de algunos árbo­les.


Jovellanos recorrió estos parajes en 1795, en sus numerosos viajes a Asturias, y describió el Páramo leonés de esta manera: "tierra fría, desolada, con cultivos de centeno, y con inmensas tongadas de guijo, obra lenta y prodi­giosa de los rios". Hace ya un fuerte calor a estas horas. En los "hitos jacobeos", que indican la distancia a Compostela, aparecen mensajes escritos de autonomía para León frente a Castilla. "León sólo" indican algunos de estos escritos.


Después de siete kilómetros hay un desvío a Villa­marco. Al pasar por allí vemos unos niños de poco más de diez años que se preparan para caminar, con unas pequeñas mochilas, acompañados de dos monjas y de algunas otras personas. Van rezando el rosario en voz alta. La vía del tren de Sahagún a León pasa por allí. De vez en cuando se ven pasar trenes de viajeros y de mercancías. El terreno después del ferrocarril se vuelve más agreste, con algunos barrancos y varias subidas y bajadas antes de llegar a Reliegos.






Ruinas en Reliegos

Reliegos es un antiguo y pequeño pueblo con una iglesia dedicada a San Cornelio y San Cipriano, santos de la Iglesia cristiana del siglo III. Por esta zona pasaba la Vía Trajana, que discurría desde Burdeos (Burdigala) hasta Astorga (Asturica Augusta). Al llegar a Reliegos buscamos el nuevo albergue, que presenta un aspecto acogedor. Muchos peregrinos deciden pasar la noche allí ante la perspectiva de que esté muy lleno el de Mansilla de las Mulas. Toni prefiere continuar hasta Mansilla, sin pararse en Reliegos, porque le espera allí su mujer.


Es la hora de la comida y el viajero se queda toman­do un café y un bocadillo en la terraza de un bar, bajo los árboles. El descanso es grato y reparador después de haber andado tantos kilómetros en el día de hoy. Queda por recorrer "una legua de Castilla, de Reliegos a Mansilla", como indica una antigua copla, que se oía por estas tierras del Páramo. Son poco más de seis kilómetros. El caminante llama por telé­fono a un amigo con el que quiere pasar la tarde en Mansilla de las Mulas, y quedan una hora y media más tarde, que es el tiempo que tardarán ambos en llegar.


Al salir de Reliegos se vuelve a encontrar a los niños y a las monjas que rezaban anteriormente el rosario. Ahora charlan amigablemente unos con otros. A pesar del calor de estas primeras horas de la tarde llega un ligero viento fresco de las montañas. El "andadero" se encuentra en buen estado y se va aproximando a la carretera que viene de Valla­dolid. Está muy concurrida de coches, cuya vista sirve de entretenimiento al viajero. Mansilla está cada vez más cerca. Se divisan las torres de las iglesias de Santa María y de San Martín.


Entrada a Mansilla de las Mulas

El peregrino cruza la carretera de circunvalación. Entra en Mansilla de las Mulas por la calle del Camino de Santiago, que sigue hasta las murallas, atravesándolas por lo que en otra época fue la puerta de Santiago y que hoy es un estrecho paso entre los muros, que perdieron el arco inicial.




sábado, 26 de julio de 2014

BERNARDINO DE SAHAGÚN



BERNARDINO DE SAHAGÚN (1499-1590)

Fray Bernardino de Sahagún fue un  misionero franciscano, que destacó en

el Nuevo Mundo americano por su gran labor en el campo de la historia y de la
 etnografía mexicana.

Entre los evangelizadores de América encontramos a misioneros que se dedicaron a la  tarea de estudiar a fondo y de manera sistemática el idioma, las costumbres y todo lo que hoy llamamos la cultura de estos pueblos.

Bernardino de Ribera, nació en 1499 en el pueblo leonés de Sahagún, que él hizo famoso agregándolo a su nombre. Estudió en la universidad de Salamanca y en 1524 se ordenó sacerdote. Cinco años más tarde, junto con otros frailes se embarcó, en un viaje sin retorno, para México, donde murió con noventa años en 1590.

Fray Bernardino de Sahagún

Aprendió el idioma “náhuatl”, que era el de mayor difusión entre los indígenas. Sin dejar de ejercer su ministerio sacerdotal, atendió también a la enseñanza y la investigación. Durante unos cuarenta años fue profesor y, por temporadas, rector del Imperial Colegio de Santa Cruz de Tlatelolco para la formación de los indios y del clero local.

Desde 1540 se consagró con tenacidad a la gran obra de su vida: el estudio de las materias del México anterior a Hernán Cortés, llegando a escribir, entre 1547 y 1577, la “Historia general de las cosas de Nueva España”. Con la consulta permanente de ancianos respetables, de sus propios alumnos y de escribanos, logró recopilar y describir todo lo que se refiere a la vida de los antiguos mexicanos: creencias religiosas, cultos, ritos, historia, calendario, vida familiar, fiestas, labores agrícolas, trabajos manuales, …


Portada del libro

La obra citada consta de 12 libros y está dispuesta en tres columnas paralelas: en español, en lengua náhuatl y otra columna con notas, fuentes y comentarios. Su importancia en el campo antropológico, lingüístico y literario es reconocida por todos los que la conocen. El etnólogo Miguel Acosta Saignes afirma:

«Sahagún fue un genial precursor de la etnografía... Con irreprochable método que siglos más tarde habría de hacer suyo la etnografía, Sahagún preparó una sinopsis de la obra que se proponía, para recoger, conforme a ella, el material necesario. Consultó informantes, a quienes consideró absolutamente idóneos, y sometió el material recogido y elaborado a sucesivos mejoramientos hasta cuando, ya cernido, consideró suficiente su empeño. Deseoso de no faltar a la verdad anotó las circunstancias en las cuales recogió informes, los nombres y conocimientos de quienes con él trabajaron y los repasos a los cuales hubo de someter la Historia».

        Fray Bernardino tuvo el apoyo de sus superiores eclesiásticos, aunque algunos también se opusieron y lograron detener por algunos años el avance de la obra, pensada como un manual para la formación de los misioneros.

En sí misma, la “Historia general de las cosas de Nueva España” es también una respuesta a la mentalidad de esos conquistadores y eclesiásticos que fueron partidarios del método de la “tabla rasa” en todo lo que se refería a las creencias religiosas de los indios. Sus opositores lograron incluso tener una real cédula de Felipe II, con fecha 22 de abril de 1577, prohibiendo la publicación y difusión de los manuscritos de fray Bernardino.

Este libro quedó inédito hasta 1829-1830 en que se publicó en México el texto castellano. Muchos otros escritos suyos, tanto en castellano como en náhuatl, siguen inéditos o se perdieron.

Pero la sola Historia general es suficiente para que fray Bernardino de Sahagún permanezca como obligado punto de referencia para el conocimiento del México antiguo y moderno. (1)

Fray Bernardino de Sahagún y su método de investigación

Con fama de hombre fuerte y gran trabajador, sobrio, prudente y amoroso con los indios, dos notas parecen esenciales en su carácter: la tenacidad, demostrada en 12 lustros de pródigo esfuerzo en favor de sus ideas y de su obra; y el pesimismo, que ensombrece con amargas reflexiones el fondo de su escenario histórico.

Vivió en una época de transición de dos culturas, y pudo percatarse de que la mexicana iba a desaparecer absorbida por la europea. Se adentró con singular tesón e inteligencia en las complejidades del mundo indígena. A sus trabajos escritos como evangelizador, historiador y lingüista, les dio diversas formas, corrigiéndolos, ampliándolos y redactándolos como libros distintos.

Escribió en náhuatl, idioma que dominó a la perfección, y en castellano, agregando algunos textos en latín. Desde 1547 empezó a investigar y recopilar datos acerca de la cultura, creencias, artes y costumbres de los antiguos mexicanos. Para llevar a cabo su tarea con éxito, inventó y puso en marcha un método moderno de investigación, como:

a) Hizo cuestionarios en náhuatl, valiéndose para elaborarlos de los estudiantes del Colegio de la Santa Cruz de Tlatelolco avanzados en el conocimiento de latín y castellano, al tiempo que eran peritos en náhuatl, su lengua materna.

b) Estos cuestionarios los leyó a los indios que encabezaban los barrios o a quienes le mandaron indígenas ancianos que le prestaron inapreciable ayuda y se les conoce como los “Informantes de Sahagún”.

Éstos informantes eran de tres lugares: Tepeapulco (1558-1560), donde elaboraron los Primeros memoriales; Tlatelolco (1564-1565), donde hicieron los Memoriales con escolios (a ambas versiones se les identifica con los llamados Códices matritenses); y la Ciudad de México (1566-1571), en donde realizó Sahagún una nueva versión, mucho más completa que las anteriores, ayudado siempre por su equipo de estudiantes de Tlatelolco. Este tercer texto definitivo es la “Historia general de las cosas de Nueva España”.



Mapa de Tepeapulco

Los curiosos destinos de su obra

En 1570, por razones económicas, paralizó su obra, viéndose obligado a redactar un sumario de su Historia, que envió al Consejo de Indias. Este texto está perdido. Otra síntesis se envió al papa Pío V, y se conserva en el Archivo Secreto Vaticano. Se titula “Breve compendio de los soles idolátricos que los indios desta Nueva España usaban en tiempos de su infidelidad”.

Por intrigas de los frailes de su misma Orden, el rey Felipe II mandó recoger, en 1577, todas las versiones y copias de la obra de Sahagún, ante el temor de que los indígenas siguiesen apegados a sus creencias si éstas se conservaban en su lengua. Cumpliendo esta orden terminante, Sahagún entregó a su superior, fray Rodrigo de Sequera, una versión en lengua castellana y mexicana. Esta versión la llevó a Europa el padre Sequera en 1580, se la conoce con el nombre de Manuscrito o Copia de Sequera y se identifica con el Códice florentino.

Fue Sahagún creador de un método riguroso de investigación científica, si no el primero, puesto que fray Andrés de Olmos se le adelantó en tiempo de sus indagaciones, sí el más científico, por lo que se le considera el padre de la investigación etnohistórica y social americana, anticipándose dos siglos y medio al padre Lafitan, generalmente considerado por su estudio de los iroqueses como el primer gran etnólogo. Logró reunir un extraordinario arsenal de noticias de boca de sus informantes, relativas a la cultura mexica.

Las tres categorías: lo divino, lo humano y lo mundano, de honda tradición medieval dentro de la concepción histórica, están todas en la obra de Sahagún. De ahí que exista una estrecha relación en el modo de concebir y escribir su Historia con la obra de Plinio el Viejo y Alberto Magno.

Su Historia, que es una enciclopedia de tipo medieval, modificada por los conocimientos renacentistas y los de la cultura náhuatl, presenta la labor de varias manos y varios estilos, ya que intervino en ella su equipo de estudiantes desde 1558, por lo menos, hasta 1585. En ella se percibe con claridad meridiana su filiación a la llamada Escuela de México-Tenochtitlan, de mediados del siglo XVI, con el estilo «azteca revivido».

Toda esta abundante y magnífica información permanecía en el olvido, hasta que Francisco del Paso y Troncoso -profundo conocedor del náhuatl y gran historiador- publicó los originales conservados en Madrid y en Florencia con el título de “Historia general de las cosas de Nueva España”. (2)


Portada del libro

Actualmente existe una ciudad industrial en el Estado de Hidalgo que lleva su nombre, Ciudad Sahagún, en su honor.


Estatua de Fray Bernardino de Sahagún



martes, 22 de julio de 2014

ALFONSO VI Y EL CAMINO DE SANTIAGO


ALFONSO VI  DE LEÓN

Estatua de Alfonso VI

Alfonso VI, rey de León desde 1065, nació en Toledo en el año 1047. Fue también rey de  Galicia y de Castilla desde 1072. Durante su reinado se conquistó la ciudad de Toledo, en el año 1085, y tuvieron lugar las batallas de Uclés y Sagrajas.

Era hijo del rey Fernando I de León y de su esposa, la reina Sancha y nieto de Sancho Garcés III, rey de Pamplona y de Alfonso V de León.  Fue hermano de Sancho II el Fuerte, rey de Castilla, de García de Galicia, y de las infantas Elvira de Toro y Urraca de Zamora.

Como segundo hijo varón  a Alfonso no le habría correspondido heredar. Fernando I convocó una "Curia Regia" para dar a conocer sus disposiciones testamentarias en las cuales, decidió repartir su patrimonio entre sus hijos, A Alfonso le correspondió el Reino de León, y los derechos sobre el reino taifa de Toledo.

La muerte de su hermano Sancho, que no dejó descendencia, permitió a Alfonso ser proclamado rey de Castilla y de Galicia. La “Leyenda de Cardeña” (siglo XIII) sitúa la jura que tomó El Cid en la iglesia de Santa Gadea de Burgos para exculpar a Alfonso de su posible participación en el asesinato de su hermano. Ello produjo una desconfianza entre Alfonso VI y el Cid, y el posterior exilio de éste de las tierras de Castilla.






Jura en Santa Gadea

En 1084, la ayuda de Alfonso VI al rey taifa de Toledo le permitió tomar la ciudad en mayo de 1085. La ocupación de Toledo, Talavera y Mayrit (Madrid) sin resistencia, incorporó el territorio situado entre el Sistema Central y el río Tajo, y sirvió de base de operaciones para la corona leonesa, desde donde pudo emprender un hostigamiento contra las taifas de  Córdoba,  Sevilla, Badajoz  y  Granada.
Alfonso VI fomentó la seguridad del Camino de Santiago  También impulsó la introducción de la reforma cluniacense en los monasterios de Galicia, León y Castilla. El monarca sustituyó la liturgia mozárabe o toledana por la romana.

El primer documento que se conserva de Alfonso VI está relacionado con el Camino de Santiago, ya que consiste en la anulación de un portazgo que se cobraba a los peregrinos en el puerto de Valcarce, al pasar de la comarca leonesa del Bierzo al reino de Galicia. Alfonso afirma en el documento que lo elimina por la prosperidad no sólo de Hispania, sino también de Italia, Francia y Alemania. Ya estaban llegando grandes cantidades de peregrinos de esas tierras.  



Valle de Valcarce

El rey leonés seguió manifestando esa preocupación por el Camino a lo largo de todo su reinado, construyendo y reparando puentes, hospitales, calzadas,... y concediendo ventajosos fueros a las poblaciones que se encontraban junto al Camino. 

Ante la llegada de peregrinos de todas las partes de Europa, se hizo evidente la necesidad de un templo más grande en Compostela. En el año 1075 el obispo Diego Peláez y el rey Alfonso VI acometieron la construcción de la catedral románica sobre la tumba del Apóstol, que no sería parcialmente concluida hasta 1122 (según el Codex Calixtinus).

En el año 1076 visitó en La Rioja a Domingo García, un eremita que se estaba haciendo famoso por su entusiasmo en mejorar las infraestructuras del Camino de Santiago, y que andando el tiempo sería conocido como Santo Domingo de la Calzada. El rey Alfonso VI apoyó firmemente su labor constructiva.

Sabemos que Alfonso peregrinó a Compostela varias veces en su vida. Mostró una especial predilección por Sahagún a la que potenció con un fuero y la cesión a Cluny del monasterio dedicado a los santos Facundo y Primitivo. Por el Camino circularon ideas de todo tipo. Un ejemplo fue el nuevo arte románico, firmemente impulsado por Cluny, y que recibió influencias de ambos lados de los Pirineos.



Monasterio benedictino de Sahagún de Campos

También circularon innovaciones religiosas: a diferencia del resto de Europa occidental la Península Ibérica usaba el llamado rito hispánico. Tenía su propia forma de celebrar las misas y otras manifestaciones religiosas. Esto disgustaba mucho en Roma, ya que podía propiciar un nuevo cisma, por lo que el papa Gregorio VII obligó a Alfonso VI a cambiarlo por el rito romano.

Unido al cambio de rito litúrgico llegó el cambio en la forma de escritura: hasta el siglo XI en el reino de León se usaba la escritura visigótica, pero a partir de entonces se fue introduciendo la que era propia de tierras francesas, llamada letra carolina. El Camino de Santiago también jugó su papel en la difusión de la nueva letra, ya que a lo largo de él fueron surgiendo poblaciones de francos que preferirían su propia escritura a la visigótica nativa.

En 1105 Alfonso VI concedió a Compostela un privilegio importantísimo que en principio estaba reservado al rey: acuñar moneda. Ello supuso una nueva fuente de riqueza para el obispado, pues suponía la recaudación de nuevos impuestos. Como última muestra de amor por el Camino, Alfonso VI viajó nuevamente a Compostela en 1108 después de haber recibido la "vara de peregrino".

Alfonso VI falleció en la ciudad de Toledo el día 1 de julio de 1109, a los sesenta y dos años de edad. Su cadáver fue conducido a la localidad leonesa de Sahagún, siendo sepultado en el Monasterio de San Benito, cumpliéndose así la voluntad del monarca. Los restos mortales del rey fueron depositados en un sepulcro de piedra colocado a los pies de la iglesia del monasterio.

En la actualidad, los restos mortales de Alfonso VI reposan en el Monasterio de las monjas benedictinas de Sahagún, a los pies del templo, en un arca de piedra lisa cubierta de mármol, y en un sepulcro cercano yacen los restos de varias de las esposas del rey.





Tumba de Alfonso VI




martes, 15 de julio de 2014

SAHAGÚN DE CAMPOS


Entrada en Sahagún. Albergue de peregrinos (Iglesia de la Trinidad). Iglesia de San Tirso. Capilla de San Mancio. Mo­nasterio de las Benedictinas. Arco de San Benito. Monasterio de la Peregrina. Calles de Sahagún. Plaza del Ayuntamiento. Iglesia de San Lorenzo. Un poco de historia. La leyenda de Carlomagno. Primera noche en el albergue. 


El peregrino llega a Sahagún a media tarde y se dirige al nuevo albergue que se ha instalado en la restaurada iglesia de la Trinidad. Hay pocas gentes por la calle. Todavía hace calor. Pregunta a algún lugareño por el albergue del Camino de Santiago y le dicen que vaya hacia la plaza de toros, por la Ronda de la Estación. Está muy cerca de allí. Divisa la vía del ferrocarril y llega con facilidad. El alber­gue es uno de los más confortables de toda la ruta, según se indica en  las guías del “Camino”. Una estructura de madera ha acon­dicio­nado la antigua iglesia en cocinas, aseos y literas para el uso de los peregrinos. Se han mantenido los muros primige­nios y se ha restaurado la techumbre. El conjunto es franca­mente acogedor. Cuando sube a la zona de dormitorios, en las cocinas anejas, unos franceses están cocinando una abun­dan­te comida a base de pastas. Una ducha caliente y un cambio de ropa le ponen al peregrino en condiciones de visitar la ciu­dad. Poco después llega frente a su litera un hombre de media­na edad con aspecto cansado, que viene desde Carrión de los Condes. Su hija, que le acompaña, tiene los pies doloridos por las llagas producidas por muchos días de camino. Vienen desde Ronces­valles y llevan más de quince días andando. El padre se acuesta y no se levanta ni para comer en toda la tarde.





Por la calle de Antonio Nicolás el viajero llega a la plaza de Santiago, ve algunos bares donde se ofrece el “menú del peregrino” y farmacias que tienen todo tipo de productos para los pies. Continúa hasta la iglesia de San Tirso, de estilo   románico-mudéjar del siglo XII. Destaca la hermosa torre de ladrillo rojo con ventanales y arquerías decrecien­tes. Prefiere entrar más tarde en la iglesia. Más allá, en el parque de San Benito está la capilla de San Man­cio, en reconstrucción, y el Monasterio de las Benedic­tinas. El viajero entra en la capilla del Monaste­rio y asiste a los rezos de las monjas. En esta iglesia, llamada también de la Santa Cruz, reposan los restos de Alfon­so VI y de varias de sus cuatro esposas. En el museo de las Benedictinas está la custodia de Enrique de Arfe y la estatua de la Virgen Peregri­na, dos excepcionales obras de arte. La Virgen Peregrina es una talla realizada al final del siglo XVII por Luisa Roldán, escultora sevillana de la corte de Carlos II y de Felipe V. Luisa Roldán fue una de las pocas mujeres que en esos años produjo obras de arte de este nivel.





Unido al convento de las Benedictinas está el arco neoclásico de San Benito, llamado también de Carlos V, en el lugar donde estuvo el viejo templo románico de la abadía cluniacense. Ya no queda casi nada del antigüo monasterio, que desapareció con la desamortización de Mendizabal. Únicamente la Torre del Reloj y la capilla de San Mancio resistieron al incendio y saqueo del Monasterio después de la desamortiza­ción. Se vengaron así siglos y siglos de opresión de los monjes sobre los habitantes de Sahagún.

  Por la avenida de los Doctores Bermejo y Calderón, a la caída de la tarde, el peregrino se acerca al monasterio franciscano de la Peregrina, situado en un pequeño altozano que domina el río Cea y el camino hacia León. Algunas gentes aún toman los últi­mos rayos del sol veraniego.­ El Monasterio de la Peregrina fue una hermosa construcción gótico-mudéjar, que actualmente está muy deteriorada. En su interior pueden verse los artesonados en yeso de estilo morisco, que impresio­nan al viajero. En la puerta de la iglesia se venden estampas religiosas y pequeños recuerdos del Camino de Santiago. Al salir de la iglesia el crepúsculo está muy avanzado.







Un retor­cido tronco de árbol seco, en mitad de la explanada del monas­terio, recuerda al viajero los olivares de zonas más meridio­nales del País. Por las escalinatas de la calle de San Francisco se cruza la avenida de Fernando de Castro, una de las calles más importantes de la ciudad, cuando las primeras sombras del anochecer se acercan a Sahagún de Campos. El peregrino vuelve a pasar por la iglesia de San Tirso con la intención de entrar en ella, pero acaban de cerrarla. No puede ver la distribución interior de las naves y capillas, la forma del altar o de los ábsi­des, que tanto le han gustado desde el exterior. Continúa por la plaza de Lesmes Franco y por la calle de la Constitu­ción hasta la plaza Mayor, donde está el Ayuntamiento. Es una plaza porticada, con terrazas de bares, en las que hay mucha gente en estas primeras horas de la noche. En el centro de la plaza hay un templete para los músicos. La calle del fondo de la plaza, llamada de Flora Flórez está llena también de bares y meso­nes.                                         




Por el otro lado de la plaza Mayor, por la calle de la Alhóndiga, se llega a la iglesia de San Lorenzo, de estilo gótico-mudéjar del siglo XIII. Tiene una torre de ladrillo rojo similar a la de San Tirso. Está abierta todavía a pesar de la hora. Su interior es muy oscuro. En un lateral de la iglesia se encuentran diversos "pasos" de la Semana Santa de la localidad, entre los que destaca "el caballo Longinos", que representa al centurión romano que alancea el costado del Crucificado. Hay otras tallas de Gregorio Fernández que evocan la hondura popular de la Semana Santa castellano-leonesa. 




Al salir de la iglesia de San Lorenzo la noche está ya muy cerrada. El peregrino vuelve al albergue por la avenida de la Constitución, la calle de San Juan y la calle de la Herrería. Va pensando en la historia de Sahagún y en las leyendas que surgieron en esta villa en relación con el Camino de Santiago. En el sitio actual de Sahagún había ya un monas­terio en el siglo IX dedicado a los santos Facundo y Primiti­vo, que según la leyenda eran hijos de un centurión romano y fueron martirizados por dar testimonio de su fe cristiana. El monasterio fue destruido por Almanzor, en los alrededores del año 1000, cuando llegó con sus tropas a Santiago de Composte­la, en una de sus incursiones guerreras contra los reinos cristianos del norte. Alfonso VI fue el monarca leonés que más potenció el Monasterio de Sahagún. Durante algún tiempo estu­vo recluido por su hermano Sancho en el mismo monasterio y des­pués tuvo la corte en la ciudad. En honor a su segunda esposa, Constanza, de origen francés, trajo a los monjes benedictinos de Cluny al convento de Sahagún en 1072. 




El Monasterio de San Benito estuvo regido en 1080 por el abad Bernardo de Sedirac, que fue posteriormente arzo­bispo de la recién conquistada ciudad de Toledo. La abadía de Sahagún fue durante mucho tiempo la más poderosa del Camino de Santiago, extendiendo su jurisdicción desde la sierra de Guada­rrama hasta el mar Cantábrico. Durante los siglos XV y XVI destacaron varios personajes naturales de la villa: San Juan de Sahagún (1430-1479); Pedro Ponce de León, abad del monasterio en 1526; Pedro Ansúrez, capitan en la conquista de Perú, muerto en 1543 y Fray Bernardino de Sahagún (1590), primer antropólogo del Nuevo Mundo.


El Monasterio y la villa de Sahagún mantuvieron su explendor artístico y económico durante los siglos XVII y XVIII. De esta época era el arco neoclásico de entrada al convento, que aún se mantiene. Durante la guerra de la Inde­pendencia fue incen­diado y saqueado y en el reinado de Fernan­do VII inicia su clara decadencia, que culmina en la desamor­tización de 1835. Los nuevos dueños de Sahagún, que compraron los bienes del Monasterio, fueron burgueses y nobles provin­cianos que dedicaron sus esfuerzos a la agricultura y a los servicios hasta conseguir la situación de la villa en su momento actual.





La leyenda atribuye a Carlomagno un viaje a Santiago de Compostela y una batalla contra el moro Aigolando en las proximidades de Sahagún. Los soldados de Carlomagno pasaron la noche en las orillas del río Cea y dejaron clavadas sus lanzas en el suelo. A la mañana siguiente en la mayoría de las lanzas habían salido ramas y hojas. Suponiendo un milagro, en vez de arrancarlas, las cortaron a ras del suelo y se fueron a pelear con los moros. Más de 40000 cristianos murieron, pero Carlo­magno ganó la batalla. En el lugar donde estaban las lanzas se formó la chopera existente actualmente, a lo largo del río, junto al "puente de Canto", que construyó Alfonso VI, cerca del antigüo puente romano. Aymeric Picaud, peregrino francés, en su "Códice Calixtino", primer libro sobre el Camino de Santiago, cita el episodio del "Campo de las Lanzas"y conside­ra que fue el propio Carlomagno el que edificó el primer templo en honor de los santos Facundo y Primitivo. No hay constancia histórica de que Carlomag­no pasase con su ejército más allá de Roncesvalles. 




            La primera noche en el albergue del Camino de San­tiago es una experiencia diferente a cualquier otra producida en las situaciones habituales del turismo tradicional. A pesar de su naturaleza retraída el peregrino siente una dimensión solidaria y colectiva que se materializa en la cena codo a codo con otros peregrinos, en la relación con personas de nacionalidades tan distintas con un objetivo común o al com­partir unas frutas o un plato de pasta calentado con los mismos utensilios de cocina.