El rey Bermudo II proporcionó una finca en Carracedo para acoger a los monjes que huían de las persecuciones de Almanzor. Se inicia así la actividad monástica en año 990. El monasterio fue restaurado en el año 1138 por la infanta doña Sancha, hermana de Alfonso VII, que lo cedió a los monjes del cenobio de Santa Marina de Valderde, en Corullón. Hacia 1203, esta congregación ingresó en la orden francesa del Cister, cambiando sus hábitos benedictinos por los cistercienses, y llamó al monasterio Santa María de Carracedo.
Vista general del Monasterio
Carracedo era en el siglo XIII un monasterio rico e influyente, que con la observancia de la regla cisterciense incrementó su poder, como consecuencia del apoyo regio y de las donaciones que su nueva espiritualidad despiertó en nobles y campesinos, así como por la racionalidad económica de la explotación de sus tierras por medio de granjas y monjes conversos, llamados legos.
A lo largo de esa centuria se concluyeron las obras de la iglesia y del claustro. Desde el siglo XIV el Cister entró en una crisis espiritual y económica, como consecuencia de la relajación de la vida monástica y se produjo la encomienda o cesión de bienes a un señor feudal a cambio de protección. Carracedo pasó a depender de la familia Garcia Rodriguez de Valcarce, que se apoderó de algunas heredades y construyó en el monasterio su propio panteón.
Esta situación produjo la reforma del Cister hispano y el nacimiento de la Congregación de Castilla, a la que Carracedo se adhierió en 1505. Se inició así una nueva etapa de esplendor monacal, caracterizada por la renovación profunda de la vida monastica, la recuperación económica y la influencia social y cultural de los monjes.
Torre de la Iglesia
Carracedo reorganizó su dominio sobre siete prioratos, fuentes de abundantes recursos destinados en gran parte a la reconstrucción y ampliación del edificio monacal: claustro, sacristía, cubierta del refectorio; claustro de la hospederia, torre-campanario y el llamado tercer patio en los siglos XVII y XVIII. La edificación de la iglesia se empezó en el año 1796, sobre el solar de otra más antigua.
La salida de los monjes de Carracedo en 1835 y la venta de sus propiedades por la Desamortización, produjo que el Monasterio fuera objeto de saqueo y destrucción, salvándose únicamente la iglesia neoclásica, la vivienda del párroco y el refectorio (de propiedad privada). Tan rápido fue el proceso de destrucción de aquella vasta edificación, que Gil y Carrasco (1843) y José María Quadrado (1855) describían y lamentaban poco después el estado ruinoso del Monasterio.
En 1928, fue declarado Monumento Nacional y en la década de los sesenta se iniciaron las primeras restauraciones por Menéndez Pidal. Desde 1988, la Diputación Provincial de León, propietaria con el Obispado astorgano del edificio, ha promovido una nueva restauración en la que se integró un estudio histórico de José A. Balboa de Paz y una excavación arqueológica dirigida por Fernando Miguel Hernandez.
La instalación como Museo condiciona actualmente el sentido de su visita. El acceso se realiza por el llamado “Tercer Patio”, conjunto de ruinas de las que quedan en pie los muros del ala de novicios y un contrafuerte, construido en 1634. La recepción del Museo ocupa las dependencias de invierno del abad, desde las que se sale al claustro, en gran parte derruido. En el centro del patio se levanta una gran fuente, a la que llegaba el agua desde el exterior por un sistema de tubos protegidos con rejillas.
En el ala derecha, una escalera moderna da acceso a tres salas, del siglo XIII, a las que se denomina "Palacio Real". La primera fue en otro tiempo archivo y oratorio del abad. En el lado izquierdo hay una antecámara con arcos apuntados. Desde el archivo se accede a la llamada "Cocina de la Reina", a través de una puerta en la que hay un tímpano que representa a la Virgen rodeada de los doce apóstoles.
Subida a la "Cocina de la Reina"
La "Cocina de la Reina" es una dependencia iluminada por ventanales, con cuatro columnas y arcos apuntados que soportan una armadura de madera con una bóveda central decorada con escudos y dragones. Se completa con una gran chimenea y una salida a la huerta por medio de una elegante arquería. Desde este Mirador puede verse la entrada de agua al monasterio por un pequeño acueducto.
De nuevo en el claustro, debajo de las estancias anteriores, se encuentran dos espacios abovedados: un pasaje hacia la huerta y un locutorio. Al lado está uno de los espacios más importantes la Sala Capitular. En sus paredes hay hornacinas con sepulcros de los abades.
Entramos otra vez en el monasterio rodeando la torre románica, a través de la portada occidental de la iglesia, en la que sobresale un óculo de estilo románico. Desde ahí pasamos, a través de la "Capilla de la Porteria" a la galería occidental del claustro. A la derecha hay un tránsito pavimentado con estructura renacentista, a uno de cuyos lados se encuentran los restos de la escalera principal de época moderna.
Desde el claustro entramos en el refectorio, en el que se ubica ahora una exposición de la zona. Sus muros son medievales, pero su cubierta está abovedada, y corresponde a la reforma del siglo XVI. Por un antiguo torno se accede a la cocina y a la despensa. Una escalera de caracol nos introduce en lo que fueron las estancias del monje cillerero.
A continuación se pasa a la biblioteca, del siglo XVIII, que conserva parte del entablado original en donde se han instalado libros recuperados recientemente. Son obras impresas en los siglos XVI, XVII y XVIII: tratados de filosofía, diccionarios, traducciones de obras clásicas, historias de la Orden del Cister, obras de geometría y textos literarios. En el exterior, se puede realizar un atractivo recorrido por las huertas anejas al Monasterio.
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