La tradición señala que el pulpo se elabora mejor en las localidades del interior de Galicia que en la costa. Esta afirmación, tan extendida como real, es fácilmente comprobable en localidades como O Carballiño, Arzúa y Melide. Esta tradición empuja a los peregrinos a Compostela a una vieja pulpería de Melide para comer raciones de pulpo “a feira” con cachelos y vino de ribeiro.
Cada día aprieta más el calor, en verano, de Palas de Rei a Melide. La caminata resulta, sin embargo, agradable. Algunos peregrinos nos rebasan, a un paso más vivo en nuestro caminar. Pasado Leboreiro y Furelos los peregrinos entran en Melide por el barrio de San Pedro. En el centro de la localidad varias pulperías satisfacen el hambre voraz del caminante.
Quedan sólo 55 kilómetros para Santiago, según uno de los mojones indicativos que hay cada medio kilómetro en Galicia, anunciando la llegada a la tumba del santo. Nos recomiendan que hagamos una parada en Melide en Casa Ezequiel y comamos el célebre pulpo. Luego, si seguimos caminando, lo agradeceremos.
Casa Ezequiel es la pulpería más antigua de Melide. El negocio lo abrieron Ezequiel y su mujer en 1960. Cocían entonces el pulpo en la calle y lavaban al cefalópodo en una hormigonera. Los comensales se sentaban en bancos y mesas hechas con tablones. Hoy llevan las riendas del establecimiento su hija Mercedes y su yerno Jorge, un digno sucesor que ha aprendido el oficio de cocinar el pulpo al estilo de la casa.
Desde entonces los peregrinos, mayoritariamente, se han parado a comer aquí. La pulpería ha sufrido varias remodelaciones, aunque mantiene la esencia inicial, y tiene actualmente capacidad para 600 comensales.
Pimienta y sal gorda, además del pulpo son los ingredientes principales.
Primero se calienta el agua:
“el pulpo tiene que estar tieso”. “Lo tengo diez minutos hirviendo y después hora y media de descanso en el agua”, detalla el cocinero.
Una vez listo, se corta con unas tijeras y se sirve sobre platos de madera. El toque final es la sal gorda y el pimentón, que se vierten desde botes con agujeros en la tapa, a modo de salero.
El pulpo se acompaña con cachelos, pan de aldea y otras delicias de la gastronomía gallega, todo ello regado con tazas de vino blanco de ribeiro. De postre ofrecen a elegir una tarta de Santiago empapada en “oruxo” o una de queso de la tierra. Por último, un café de puchero y un chupito.
No para de entrar gente. Después con la tripa llena de pulpo y el ribeiro corriendo por las venas, los peregrinos pueden continuar su marcha. Aún quedan 13 kilómetros y medio hasta Arzúa y 55 kilómetros a Santiago.
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